La gran esperanza (no) blanca

#MadeInUSA

[Antes de continuar, y en el espíritu de hacer un full disclosure, tengo que aclarar que el partido republicano no es de mi agrado. Y si les parece que mis reflexiones tienen cierto tufillo demócrata, están en lo cierto. Igual no es necesario explicar que entre un partido político cuya ideología linda con lo paleo-conservador y uno que, a pesar de sus muchas falencias, intenta aplicar medidas que pueden llegar a considerarse progresistas, mi simpatía recae en el segundo.

No soy obamista. Considero que es un error considerarse un "ista". Cuando uno se convierte en "ista," el sentido común se nos va de las manos y empezamos a mirar para otro lado. Si el partido que seguimos pierde el rumbo, nuestra lealtad política y sentido de pertenencia pueden más, por lo que seguimos ahí, aferrados. Necios. Ciegos. Por eso no soy "ista". Dicho esto, arranquemos.]


De izquierda a derecha: Herman Cain, Bobby Jindal, Marco Rubio y Ben Carson (Fotos/Wikipedia).

Desde que Barack Obama se llevó puesto a John McCain en las elecciones de 2008 con el 52.9% de los votos, el partido republicano está en crisis.

Tras la derrota, los demócratas lograron obtener la simpatía de las generaciones más jóvenes a través del uso de las redes sociales y al animarse de a poco a apoyar causas progresistas como el matrimonio igualitario, el control de armas y la defensa del derecho al aborto. Mientras se lamían las heridas, los republicanos intentaban racionalizar el fracaso inesperado. ¿Qué fue lo que llevó a la mayoría del pueblo norteamericano a inclinarse por alguien que, visto a través del prisma de Washington, podía considerarse un “zurdo”? Quizás fueron los ocho años de la desastrosa presidencia de George W. Bush. Quizás fue por la impecable campaña que llevo adelante Barack Obama para apelar al voto joven. O quizás fue esa dupla irrisoria y decadente conformada por John McCain y Sarah Palin. Las posibilidades eran muchas, pero el partido del elefantito decidió la salida fácil y aplicó (equivocadamente) el principio de la Navaja de Ockham: si ganó, es porque es negro.

Frente al republicano promedio, Obama había ganado gracias a que el progresismo, en su obsesión por lo políticamente correcto, había decidido votar por el candidato negro para demostrar que no tenía prejuicios. Y porque era cool. La brillante campaña de Obama, que seguramente será tema obligado durante décadas en cualquier clase de marketing político que se precie, no tenía mérito alguno. Ganó por que quedaba bien tener un presidente afroamericano.

Si a esto le sumamos la percepción de que en EEUU no todos los republicanos son racistas, pero el que es racista probablemente sea republicano, el partido no quedó parado en una situación ideal, especialmente frente a las generaciones más jóvenes que cada día parecen inclinarse más por un gobierno progresista, al menos en términos sociales.

Desde entonces, los republicanos están obsesionados con encontrar a algún representante de una minoría que sea presidenciable y pueda hacerle sombra a Obama por dos motivos:

1) Al mantener esa creencia de que ser una minoría “garpa” electoralmente, la búsqueda para encontrar una “gran esperanza (no) blanca” (referencia cultural, chicos) continúa. No importa si es asiático, afroamericano o hindú. Cualquier político republicano que no sea un hombre blanco con pinta de jubilado es considerado “atractivo” y “fresco” (eso sí, nada de musulmanes ni homosexuales. Todo tiene un límite).

2) Hay una necesidad tácita de demostrar que los conservadores no son racistas. Por lo que se vive una cierta desesperación por tener a alguien subido al podio con rasgos diferentes a los de los peregrinos del Mayflower y así demostrar que  ellos también pueden encontrar a un candidato “exótico”.

Pero convencer a las minorías de que el GOP es un partido que las espera con los brazos abiertos no es tarea facil. Por décadas, la comunidad negra de EEUU se mantuvo alejada del partido republicano. Incluso el año pasado la relación tocó fondo cuando en una encuesta a nivel nacional el ex candidato a presidente y rival de Obama, Mitt Romney, sacó un 0% en intención de voto entre los afroamericanos.

Cero por ciento.

En los últimos 4 años y medio, desde la equivocadísima elección de Sarah Palin como candidata a vice (y ficcionalizada en la gran película de HBO Game Change), el aparato conservador ya varias veces celebró haber encontrado una cara nueva de rasgos no convencionales que lograría acabar con la popularidad de Obama.

De la nada misma, personajes que hasta entónces habían cumplido un rol secundario (o nulo) en la construcción de la identidad republicana pasaban a convertirse en el centro de atención. La prensa anti-Obama (Fox News, The Wall Street Journal, Rush Limbaugh) presentaba a cada uno de ellos como la nueva salvación, la cara amable que tras varios años de tiranía obamista restablecería el orden y el sentido común en la sociedad.

Pero hasta ahora la suerte nunca ha estado de su lado. Desde la victoria demócrata en 2008, cada republicano “elegido” para reflotar su partido (dejando de lado a los candidatos blancos) se mantiene en la cima de la ola por varios meses hasta que se prende fuego sólo y se ve forzado a desaparecer en lo más profundo del inconciente colectivo. Incluso algunos llegan a hablar de  una posible maldición porque no hay preferiti que dure.

Acá van los ejemplos más relevantes de los que quisieron llegar pero no pudieron (si quieren, hagan como en la sección “In Memoriam” de los Oscars y agreguen esta música instrumental para generar más efecto).


Bobby Jindal (Foto/Wikipedia)

Nombre: Bobby Jindal.

Raza: Indio-americano.

Cargo: Gobernador de Luisiana.

Momento de gloria (y caída): Los republicanos lo eligieron para dar la respuesta oficial del partido al primer discurso del Estado de la Unión de Obama en febrero de 2009. Mientras los ojos del país esperaban su respuesta, se lo vio entrar en cámara tieso, con una sonrisa nerviosa, falsa. Apareció tan tieso que al presentador de la MSNBC, que lo había presentado en vivo, se le escapó un “Oh, God…“. En otras palabras, resultó ser de madera.

Jindal, out.


Herman Cain. (Foto/Wikipedia)

Nombre: Herman Cain.

Raza: Afro-americano, obviamente.

Cargo: CEO de Godfather Pizza.

Momento de gloria (y caída): Tras crecer en las encuestas durante las primarias de 2o11, Cain parecía dirigido a convertirse en el Obama republicano. Pero cuanto más hablaba, más se hundía. Quizás fue cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con la estrategia de Obama en Libia y no supo que decir:

Quizás fue cuando le preguntaron si sabía quien era el presidente de Uzbekistán y respondió que no sabía quién era el presidente de “Uzbeki-beki-tan-tan” porque era un país insignificante:

O también quizás fueron las multiples acusaciones de acoso sexual. Sea lo que sea, en diciembre de 2011 su popularidad iba en picada y se vio obligado a suspender su campaña.

Cain, out.


Marco Rubio (Foto/Wikipedia)

Nombre: Marco Rubio.

Raza: Latino.

Cargo: Senador por el estado de Florida.

Momento de gloria (y caída): Tras las reelección de Obama en 2012, quedó claro que la comunidad latina no quería a los republicanos. Así que cuatro años después del papelón de Jindal, esta vez decidieron que la respuesta al discurso del presidente tras el Estado de la Unión la tenía que dar un latino. Como Marco Rubio ya era un personaje de alto perfil en su partido, lo empujaron al escenario. Y la verdad su discurso, aunque no ofrecía nada nuevo, venía bastante bien. Pero los nervios le jugaron una mala pasada, se le secó la garganta y desesperado lo interrumpió para tomar un trago de agua sin dejar de hacer contacto visual con la cámara:

A los minutos del papelón, ya había miles de memes, cuentas falsas de twitter y parodias como esta:

Rubio, out.


Dr. Ben Carson. (Foto/Carson Scholars)

Nombre: Dr. Ben Carson (nada de “Mister”).

Raza: Otro afro-americano.

Cargo: Director del Departamento de Neurocirugía Pediátrica del Hospital Johns Hopkins (y así y todo es bastante ignorante). ¿¡Qué!? Es mi blog, puedo opinar lo que quiero.

Momento de gloria (y caída):  ”¡Es conservador! ¡Es negro! ¡Es doctor! ¡Es perfecto!” Eso pensaron los republicanos cuando lo escucharon el mes pasado dar un discurso bastante duro contra Obama que voy a linkear acá en vez de incluirlo en el post porque dura 24 minutos y no está subtitulado. El Dr. Carson esto, el Dr. Carson lo otro. Entrevista, entrevista, entrevista. Presidenciable, presidenciable, presidenciable. Hasta que le preguntaron por su opinión sobre el matrimonio gay, que en la actualidad es el tema social que más divide a los estadounidenses, aunque la mayoría de las encuestas indican que más del 50% de la población está a favor de que se apruebe. Su respuesta fue poco feliz:

En mi opinión el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Se trata de un pilar fundamental de la sociedad bien establecido. Y ningún grupo, ya sean homosexuales, ya sea NAMBLA – Asociación Norteamericana del Amor entre Hombres y Niños, organización que se interesa por la legalización de la pedofilia -, ya se trate de quienes creen en el sexo con animales, o quien quiera que sea, puede cambiar esa definición”.

¡Oops!

El escándalo fue inmediato, y las primeras en responder fueron las asociaciones de alumnos de la Universidad Johns Hopkins, quienes objetaron a que Carson diera el tradicional discurso de graduación frente a ellos por considerar que sus comentarios habían sido ofensivos.

La Corte Suprema de EEUU planea fallar sobre la constitucionalidad de la prohibición al matrimonio igualitario en junio, y debido al cambio cultural de la última década se cree que hay muchas posibilidades de que falle a favor de las parejas homosexuales.

Carson luego pidió disculpas por la comparación pero ya era tarde. Ayer el neurocirujano decidió bajarse como invitado a la ceremonia de graduación “para evitar ser una distracción” (o para que no le tiren confetti, como suelen hacer los activistas gays a los políticos que se oponen al matrimonio igualitario).

El Dr. Carson todavía sigue dando entrevistas porque el ostracismo no es instantáneo. Pero creo que no es incorrecto pensar que en un par de meses…

Carson, out.

Está claro que hay necesidad de un cambio. El error es creer que ese cambio se manifiesta con sólo cambiar el color de piel del candidato cuando sólo se va a lograr con un giro honesto en la actitud del partido hacia las minorías.

El resto es maquillaje. Natural, pero maquillaje al fin.

(Fotos/Wikipedia)