Si el mundo se hubiera acabado, no tendría que cargar tantas cosas

En enero me tomo vacaciones, las primeras con bebé. Nos vamos a un balneario uruguayo poco conocido en el que mi familia materna tiene una casa. Me aterra pensar en toda la parafernalia que tengo que llevar. Antes, me iba con una modesta muda de ropa porque allí no hacés más que dormir, comer, tomar Pilsen e ir a la playa.

La lista de cosas para bebé consta de: pañales para quince días, porque no sé que tipo de pañales hay en Uruguay, y si a veces no consigo el talle adecuado en una cadena de farmacias de acá, no creo que en Punta Colorada me vaya mejor; leche líquida de 0 a 6 meses para una semana, el monstruo toma casi un litro por día y la leche en polvo le cae mal, cuando se acabe algo que la supla voy a encontrar; cochecito plegable que pesa otro tanto; cosmética del bebé como por ejemplo protector solar factor quinientos, repelente de mosquitos no tóxico y toallas húmedas limpiaculos.

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Papá Noel ha muerto

“¡En mis hijos quiero reparar el ser hijo de mis padres; y en todo el porvenir quiero reparar este presente!”

Así hablaba Zaratustra.

 

Fin de año es una época en la que nos toca cumplir con la moral regalera navideña. Mi bebé, que tiene pocos meses, todavía no se da cuenta de nada, pero igual le compré un sonajero de los Backyardigans y un chupete como regalos para el arbolito.

Mientras daba rienda suelta a la compra compulsiva, pensaba qué le voy a decir a hijo cuando sea la hora de introducirlo en la mentira de Papá Noel. Me han dicho que es hermosa la ilusión de un chico que cree en un señor del Polo Norte que le trae regalos; que no le va a poder decir a nadie en el colegio que el tipo no existe y se va a angustiar y, por último, que si todo es una mierda, para qué hacérselo saber desde tan chiquito.

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Nenuco not dead

Los seres humanos de clase media urbana estamos condenados al consumo. Mi bebé toma una leche de fórmula que viene en un tetra brick marca X y usa pañales descartables marca Y desde el día cero. Además de generar mucha basura, mi pequeñito tiene destinado todo un mundo de productos infantiles que, a decir verdad, dan un poco de miedo.

Actualmente en los canales de cable para niños, están pasando un comercial que promociona una muñeca que crece. Obviamente, está dirigido a las nenas. El humanoide de plástico se llama “Daphne”: Posee movimientos faciales reales que le hacen parecer un bebé de verdad. Llora, se ríe, al tomar su tetero sus brazos y piernas se estiran como si creciera de verdad.

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“Para siempre” es demasiado tiempo

Las estructuras familiares ya no son lo que eran porque la ilusión de la pareja “para siempre” se ha desvanecido. Hoy, por suerte, la moral va dejando paso a una ética personal más genuina y las parejas, en lugar de cumplir con un mandato social, son más honestas y se separan. Hace poco una amiga sufrió una más de tantas separaciones y otra amiga le dijo que otra vez había fracasado. Todavía queda gente joven con un pensamiento tan antiguo. Quizás existan parejas for ever en nuestra generación, hoy es imposible saberlo, pero en la mayoría de los casos, es más realista aceptar que toda la vida es demasiado tiempo.

Aunque las parejas ya no funcionen como unidad indestructible, lo que veo a mi alrededor es que casi todas las personas quieren tener hijos o ya los tienen. En la conformación de nuevas familias, lo único que no es volátil es el lazo amoroso con los hijos. Unos meses atrás otro amigo me anunció que iba a ser padre y yo le pregunté que quién era la afortunada en tenerlo como pareja. Me contestó que no estaban en pareja, que era una relación esporádica pero que pensaban tenerlo sin alterar su situación vincular porque así estaban bien.

Antes, cuando una mujer se embarazaba la obligaban a casarse con el padre de la criatura. Era una vergüenza ser madre soltera. Hoy eso está más que demodé, no sólo porque hay miles de posibilidades de configuración familiar que se han desarrollado gracias al repliegue de algunos prejuicios retrógrados -desde la pareja monoparental hasta los padres de un mismo sexo- sino también porque mujeres y hombres estamos cada vez más en pie de igualdad, mal que les pese a la gran cantidad de neandertales que todavía habitan nuestra sociedad.

Les comparto el genial tema Madres Solteras de mis amigos “Perros que miran la luna”.

Todo jefe tiene el pito chico

 

Tengo un rudimentario conocimiento sobre marxismo que aprendí en unas pocas clases de Sociedad y Estado del CBC y en un seminario de Pablo Rieznik al que asistí por curiosidad. Recuerdo que en aquel momento, yo trabajaba en relación de dependencia (qué feo suena eso de “dependencia”) como administrativa part-time. Al entender el concepto de plusvalía, comencé a odiar a mi jefa,  la dueña del estudio. Calculadamente, se quedaba con parte del dinero que me correspondía como salario y lo hacía también con todos sus empleados. Ella se enriquecía y nosotros vendíamos demasiado barata nuestra fuerza de trabajo.

En el último trabajo que tuve en relación de dependencia, llegué a convertirme en una trabajadora sin conciencia de clase, hasta que un día, tuve una iluminación. Cobrar mensualmente  un sueldo relativamente bajo para bancar la cara bonita de mi jefe dejó de parecerme buen negocio ¿Quién era él para que yo le rindiera pleitesía? Encima se creía muy canchero por ser dueño de una agencia de publicidad y lo peor de todo es que Micropene (así le decíamos sus empleados en secreto) no tenía ningún tipo de formación, simplemente provenía de una familia acaudalada con muchos contactos.

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MILF

Tuve a bebé hace sólo tres meses y todavía tengo unos kilos de más que están comenzando a incomodarme. Yo, que en mis mejores momentos llegué a parecerme a una Suicide Girl, he quedado gordita y con tatuajes. Encima, tengo la sensación de que el peso ganado me hace parecer mayor.

El otro día, le comenté a un amigo que me siento poco atractiva después de haber parido y me dijo que no me preocupe porque hay una categoría en la que yo entro. Parece que ahora soy una MILF. Siempre relacioné esta palabra con la pornografía, pero nunca supe lo que quería decir hasta hoy. MILF es un género del cine triple x cuya sigla significa “mother i’d like to fuck”.

La regla básica del género es que una mujer de más de treinta años seduce a un hombre más joven. En un video que vi en un sitio de pornografía gratuita, un muchachito en la veintena con una actitud de adolescente tardío va a buscar a un amigo a la casa. Su amigo no está, la madre lo hace pasar para que espere y lo invita a tomar la merienda. Ella le ofrece galletitas y el resto es historia conocida.

El MILF se configura como una perversión, ya que su golpe de efecto reside en llevar a cabo la fantasía de tener sexo con una madre y, para la vetusta norma sexual occidental, la madre no puede ni debe ser un ser sexuado (ave maría purísima). Aunque el porno reproduzca, al menos en su forma más tradicional, un discurso hipermachista, en este caso podemos encontrar una fisura para una linda discusión pseudointelectual trasnochada.

Todavía me quedan unos meses de gimnasio para bajar lo que me quedó puesto luego del embarazo, y aunque mi cuerpo ya nunca vuelva a cero, ahora puedo decir con orgullo que soy madre, pero no una madre convencional, sino una “Tattooed MILF”