En las últimas décadas pasamos de un modelo de sociedad en el que todo estaba regulado y las personas no tenían mucho espacio para decidir, a uno en el que prima el libre albedrío para planificar la vida.
El problema es que el primer modelo venía acompañado de una fuerte protección social: el Estado, la familia, el barrio y el trabajo aseguraban que a nadie le faltara nada. En cambio, en la actualidad cada uno está solo frente a sus éxitos y fracasos, y corre el riesgo de quedar a la deriva si no tiene la suerte o la capacidad para sobrevivir. Continuar leyendo