“Lanzo un llamado a hacerle huelga al inglés”, anunció el filósofo Michel Serres que, a los 83 años, sigue ejerciendo la docencia universitaria en Stanford, Estados Unidos, por lo que es evidente que el dominio del inglés no es un problema para él.
“Lanzo un llamado a hacerle huelga al inglés”, anunció el filósofo Michel Serres que, a los 83 años, sigue ejerciendo la docencia universitaria en Stanford, Estados Unidos, por lo que es evidente que el dominio del inglés no es un problema para él.
El “Hexágono” –como les gusta a los galos llamar a su país, en alusión a su geografía- está en crisis, no hay duda. Y las reacciones son dispares. Los argentinos lo hemos vivido. A veces, no hay más remedio que tomar el camino del exilio, lo que siempre es un desgarro. Pero otra cosa es la tentación –en la que caen algunos- de renegar del país, una forma de descompromiso con la Patria que los vio nacer.
En estos días se discute en Francia quién será la próxima personalidad a ser inhumada en el Panteón. Se trata del templo republicano por excelencia, el sitio erigido “por la Patria agradecida” a “los Grandes Hombres”, como reza la inscripción en su fachada. Una visita que vale la pena por dos razones. Reservorio de la historia y la memoria del país, es además uno de los sitios más lindos de París, por el edificio y su “circunstancia”: es decir, los inmuebles y el barrio que lo rodean. No se lo pierdan.
Como todos los años desde 2009, la que empieza hoy será una semana francesa en la capital argentina, es decir, una oportunidad para tomar contacto con las expresiones de esa cultura: arte, idioma y gastronomía. Habrá shows, clases gratuitas de francés, visitas guiadas y un gran “Picnic a la Francesa” el domingo 22.
Un sitio web identificó una serie de características que van formando el “ADN” del habitante de la capital francesa, nativo o por adopción. Es sabido que todos los que viven en grandes ciudades adoptan conductas que acaban por ser signos de su pertenencia urbana. Algunos de estos rasgos son comunes a toda gran ciudad, otros son distintivos. Veamos…
Esto lo escribí hace un tiempo aunque después pensé que dedicar todo un post a hablar de mi “pâtisserie” (“factura”, en argentino) favorita era demasiado. Pero cuando me enteré que del 3 al 7 de septiembre París celebra una semana entera dedicada a esta delicia de chocolate, y además lo leí en el muy intelectual diario Le Monde, me sentí plenamente justificada. Acá va entonces mi homenaje a esta bomba, aprovechando la Eclair Week.
Las redes sociales suelen estar bastante reñidas con la ortografía. Como si fuesen per se una licencia para escribir mal. Por eso la noticia de que Bernard Pivot, un señor que logró la hazaña de convocar a dos millones de espectadores haciendo dictados en la televisión francesa, publicaba un libro sobre su experiencia de algo más de un año en Twitter no podía menos que interesar.
Lo primero que se constata mirando su cuenta (@bernardpivot1) es que el señor Pivot no ha defraudado a sus seguidores pre Twitter, es decir, aquellos que disfrutábamos de sus programas literarios (Apostrophes, Bouillon de Culture, etcétera) y de sus concursos ortográficos, muy taquilleros en TV (sobre los que hablé en un post anterior).
A Bernard Pivot le gusta interpelar a sus seguidores con preguntas que todos los que escribimos en la web nos hemos formulado o podríamos hacernos alguna vez: “¿Twitter es el signo del empobrecimiento del idioma o de su mejor dominio?”; “¿Por qué los intelectuales son tan pocos en Twitter?”; “¿Qué escritores fueron o serían buenos twitteros?”, o también: “Escuela de concisión, la práctica de Twitter ¿debería ser obligatoria para los políticos, abogados, periodistas, etc?”
Ya lo habrán adivinado: Pivot no tiene una imagen negativa de Twitter, todo lo contrario. En el libro que acaba de publicar, dice, respondiendo a la última pregunta: “Escuela de concisión (…), todos los alumnos de las escuelas de periodismo deberían practicarlo. Para someterse a la obligación y gozar del placer de relatar una información, expresar un sentimiento o entregar una reflexión en pocas palabras elegidas por su claridad y eficacia”.
A continuación, aclara: “Ya se pueden imaginar que no estoy a favor de la trampa consistente en abreviar las palabras o desentenderse de la ortografía. Entre los partidarios utópicos de una twitteratura, cuyas obras esperamos aún (…), y los adeptos del no importa qué ni cómo, existe un buen uso de Twitter, respetuoso de los seguidores y de la lengua”.
“¿Por qué los viejos se privarían de utilizar con fantasía o gravedad los inventos más geniales de las nuevas generaciones?”, pregunta. Él mismo es una respuesta a este desafío, ya que a los 78 años lo practica casi a diario y ya ha convocado a unos 167.000 seguidores, demostrando que Twitter no es un asunto sólo de jóvenes.
“Hay gente que se sorprende de que a partir de cierta edad podamos escribir con concisión. Al contrario, la experiencia enseña a ser breve”, dice Pivot en otro tweet. Y también: “Expresarse en pocas palabras no significa que el aliento sea corto y el paso ahorrativo. Significa que se va rápidamente a lo esencial”.
Por su parte, él toma a Twitter como un juego o como un desafío: el de una economía de palabras que no vaya en detrimento del buen decir y el buen escribir. Afirma también que le gusta sentir la reacción de sus destinatarios con quienes comparte lo que se le viene a la mente: reflexiones, observaciones, comentarios, aforismos y citas, entre otros.
“Me gustan los tweets porque parten en silencio, circulan en silencio y llegan en silencio. Los tweets son como los gatos”, dice Pivot, y de ahí el título de su libro: Les tweets son des chats (Albin Michel, 2013). Aquí pueden leer un extracto.
Algunos de sus “gatos” dicen por ejemplo: “Un tweet sin puntuación es el pensamiento blando de un escriba invertebrado”; “Suele pasar que el primer beso resulta un recuerdo más emocionante y duradero que la primera noche”; “Cita: de todos los hombres que no amo, mi marido es el que prefiero. Madame de Staël”.
Aunque fan de la lengua francesa y de su complicada ortografía, Pivot no es estructurado. Se divierte, entre otras cosas, inventando verbos a partir de nombres, por ejemplo, zlataner, derivado de Zlatan Ibrahimovic, y definido como “ganar con brío y arrogancia” (puede decirse por ejemplo, “el CEO zlataneó a todos sus rivales en el consejo de administración). Otro es mélenchonner (vociferar) en alusión a un político de izquierda Jean-Luc Mélenchon. Un juego que entre nosotros podría dar algunos divertidos neologismos… Si se animan…
Por mi parte, aunque a veces abrevio en Twitter, adhiero incondicionalmente a eso de que lo virtual no autoriza la transgresión ortográfica. La escritura es un código de comunicación que debemos respetar, de lo contrario los mensajes se vuelven ininteligibles.
Ese es el título de un film francés sobre un grupo de resistentes durante la ocupación alemana y las difíciles condiciones de clandestinidad en las cuales desarrollan su tarea. Uno de los personajes, Luc Jardie, viaja a Londres, donde el general Charles De Gaulle, líder de la Francia Libre, lo condecora. Al concluir el film, una leyenda aclara que “Luc Jardie murió bajo la tortura el 22 de enero de 1944 tras haber entregado un nombre: el suyo…”
Hace poco leí en un sitio web anglosajón una lista de motivos para mudarse de modo urgente a Francia, con crisis y todo. Lo voy a comentar aquí, sobre todo porque me parece indicativo de “la mirada de los otros”. ¿Qué ven otros -los ingleses en este caso- de atractivo en ese país; qué valoran que los locales no perciben o consideran normal?
Cuando era chica, mi padre me llevó a la plaza a ver al General. Tuvo que alzarme sobre sus hombros para que pudiera verlo. Hablaba desde un balcón, y abajo había veteranos de guerra con el pecho cargado de medallas y los ojos llenos de lágrimas. Ese día vi por primera vez a adultos llorar… Me explicaron que era por una mezcla de orgullo y tristeza.