Por: Adriana Lara
#ProyectoPibeLector es un blog de ficción.Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
45. Solita por la calle
La nena es la mimada de la casa. Primera nieta, primera hija. La alegría del hogar.
La familia gira en torno a sus horarios, sus actividades, sus deseos, sus gustos. Como una flor delicada, ella crece saludable y sana, inocente y a salvo.
A los doce años, la nena quiere ir a pileta libre. Argumenta larga y consistentemente. Dice que ya está grande para jugar en la colonia, que se aburre. A su mejor amiga la van a dejar ir.
Sus padres discuten el tema, se pelean, se reconcilian. Resuelven concederle el permiso, siempre y cuando tenga infinito cuidado y respete los siguientes consejos de su mamá:
No hables con extraños, jamás.
Cada dos horas, renová tu bloqueador solar.
No te separes de tus amiguitas.
No entres al vestuario ni a alguna zona del club sola. (¡No te separes de tus amiguitas!)
Si alguien te molesta, decile al guardavidas o a la señora que está en la entrada del club, que es conocida de tu abuela. .
Si el guardavidas te molesta, decile a la señora que está en la entrada del club, que es conocida de tu abuela.
No te acerques a la rejilla del fondo de la pileta porque te puede succionar y podés quedar atrapada ahí y morir ahogada.
No aceptes ninguna bebida ni comida de nadie. Si comprás en el club, fijate que su envase esté cerrado.
Cualquier, pero cualquier cosa, me llamás y yo a los cinco minutos estoy ahí.
Una semana después, la nena dice que está grande y que quiere ir sola al club, que queda a siete cuadras de su casa. Su madre consulta con su padre y esta vez, a pesar del método insistente de la chica, no consigue el permiso. El mundo es peligroso y ella es muy chica para andar sola por la calle. Su mamá la acompaña hasta la puerta del club y su padre la va a buscar.
No te movés de ahí hasta que llega tu papá.
La nena pasa un verano inolvidable. Aprende a tirarse a la pileta de cabeza, a nadar estilo mariposa, a jugar al truco gallo. Hace amistades nuevas y se divierte como nunca. Obedece punto por punto las instrucciones de su mamá e ignora el universo de miradas y comentarios que provoca al pasar por cierto sector con sus amigas enfundada en su traje de baño. Le gusta que su familia la cuide tanto, que la protejan. Se siente apreciada y segura, en esa soleada calle que le parece su vida. Una callecita sinuosa y con escalones, con un adulto que la ama observando cuidadosamente cada uno de sus pasos y cuidando que no se lastime, que nadie se le acerque con malas intenciones, que nada malo le pase.
Por las noches, luego de cenar, con el cabello mojado por la ducha y la mochila lista para la jornada siguiente en la pileta, navega en internet esperando el sueño, en la cama. Desde los seis años que lo hace, libremente. Jamás recibió consejos ni advertencias sobre los peligros de hacer eso. Ni sus padres ni ella misma se han dado cuenta de que esa otra calle está plagada de extraños que pueden hablarle. Una infinita y transitada maraña de calles en donde vaga sola desde que tiene memoria, a un simple click de cualquiera que quiera lastimarla, que tenga malas intenciones, que quiera que algo malo le pase.
La nena deambula solita por internet, noche tras noche. Esperemos que no le pase nada que haya que lamentar.
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