Recuerdos de mis viajes por Perú.
Las manos en el bolsillo, al frente, una senda peatonal, ¿la hora? la de mayor tránsito de vehículos y peatones ¿el lugar? frente a la Plaza más importante de Miraflores. El parque Central y el parque Kennedy. Un triángulo formado por los límites de las calles José Larco, La avenida “Diagonal” que desemboca en el malecón en el parque del Amor y en la base del triángulo la calle Shell. Su vértice contra el óvalo de Miraflores, en sentido contrario al mar. Detrás de mí a unos metros desemboca la Calle “de las Pizzas” ¿Se imaginan que contiene? El olorcito delicioso que salen de los locales te marea. Una calle peatonal con gran oferta de comidas, restaurants, pizzas y diversión.
El semáforo en rojo y mi sonrisa de oreja a oreja. Eso sí, sin nada que hacer, solo disfrutar de mi condición de turista. Debo confesar nunca había asistido a semejante caos de tránsito, gente que viene y que va, bocinas, gritos, en un desorden perfectamente organizado dónde van todos contra todos y se esquivan y se encuentran y se besan, mamita que locos que somos lo seres humanos.
Paso a contarles para que lo entiendan. Cuando el semáforo se pone en rojo, lo pequeños colectivos-Minibús, Combis etc.- se alinean uno al lado del otro. Como para correr una carrera, no uno atrás del otro esperando atracar en el cordón de la vereda para llegar a su parada. Ocupan toda la calle a lo ancho, la senda peatonal como “pole position”, como si fuera una largada de Fórmula 1. De la puerta lateral ubicada en el medio de éste, que es la puerta de acceso, allí viaja un hombre y en algunos casos también mujeres. Se bajan y caminan sobre la senda peatonal y empiezan a gritar.
¿Qué gritan? Es difícil entender si uno no está acostumbrado a ello. Como los antiguos animadores de los circos a viva voz, invitan a subir a los posibles pasajeros parados al lado del cordón de la vereda. Desde allí vocean los lugares que recorrerá dicho micro, una chorrera de nombres, el de al lado que aparentemente viaja al mismo lugar hace lo mismo. La puja es a ver quién grita más fuerte y a su vez les propondrá seguramente el mejor viaje. Para convencerlos, se acercan hasta el cordón de la vereda y con ampulosos ademanes y estentóreos gritos invitan a todos uno por uno, para que suban al vehículo de transporte. La verdad es que la falta de costumbre de mis oídos hizo que nunca entendiera lo que decían, algunos chóferes se desafiaban entre sí y competían en este juego de llamar la atención y acompañaban a sus promotores con sus bocinas.
Los coches particulares también buscan su derecho a pasar y las usan en forma más nerviosa, más intermitente y también toman partido en la disputa. Algunas veces la sirena de alguna ambulancia se suma a esta sinfonía de sonidos, es sumamente inédito y pintoresco, es el juego en el que nadie escucha a nadie. Los colectivos según pude averiguar, no tienen paradas fijas y están todos pintados de distintos colores, formas y marcas.
Pero nos falta un loco para el tráfico, un clásico, dueño de todas las calles del mundo, que en todos los países existen y fueron todos a la misma escuela de conducción. Precisamente estos son los conductores de taxis, no usan reloj que indique el costo del viaje por lo tanto este es negociado antes de subir. Su metodología para llamar la atención de un posible cliente son dos toques de bocina. Así llaman la atención a los probables pasajeros no es necesario tener una actitud de posible viajero. Simplemente uno se convierte en el dueño del bocinazo estando parado cerca de los cordones, no importa lo que estés haciendo aún si estas distraído.
Son muy desordenados y se detienen en cualquier lugar. En el centro de la calzada o dónde les quede cómodo para su manejo, no al pasajero, allí se baja o se sube del mismo. Tampoco importa de qué color está el semáforo. El pasajero se acerca a la ventanilla y primero le indica a donde va, en muchos casos no les gusta el recorrido y dicen que no. Hay que volver a empezar y también en ese momento se negocia el precio del viaje. Atentos turistas. Siempre es bueno intentar un regateo. En esta sinfonía no podía faltar el coro de peatones, que a su vez consultaban a los gritos si iban a tal o cual lugar, otros que se reencontraban con amigos o se iban contando las alternativas del trabajo.
Sin olvidarse que debemos agregar al nuevo “ser humano” que ya está instalado en todo el mundo. Los “celularistas”. Forman otra tribu. Los solitarios, que hasta no hace mucho deambulaban erráticos por las calles perdieron sus costumbres. Algunos silbaban, o iban mudos y pensativos. Hoy son sumadores de ruidos, muchos de ellos se agregaron a los reyes de la comunicación y son participes de la nueva generación. Caminan, se detienen, se ríen, se llevan por delante. Sus agiles dedos golpean el teclado y estos pasaron a ser la parte más sensible de su cuerpo.
“El celular y el hombre” mimetizados uno dentro del otro ya son un solo personaje, algunos hablaban solos, otros se ríen de los mensajes de textos, otros que escuchan el parlante del suyo para que se enteren todos… Estoy aquí enfrente con camisa azul, gritaba uno, hace una hora que te espero… ¿qué te paso? ¿Cuál? el que está al lado de la chica de pollera corta que habla por el teléfono móvil. No, no, estoy en el triángulo al lado del que está discutiendo por el celular y está sentado en el banco. Yo vengo caminando con botas marrones y al lado mío hay un flaco pintón con equipo deportivo hablando con su novia de lo que le paso anoche. Si, si, ahora te veo te pasaste un poquito, estira la mano que nos tocamos….
Miraflores es una ciudad muy cosmopolita, moderna con un trazado que la hace difícil de conocer, curvas, diagonales, manzanas irregulares es similar a todas la ciudades que dan al mar. Contiene una magnifica oferta gastronómica de primer nivel. Gran cantidad de artesanías muy lindas. Calles enteras de joyerías, una al lado de la otra. Negocios importantes, cadenas de marcas muy reconocidas y con algo particular, los sábados la mayoría cierran a las 23 horas. y algunos supermercados atienden las 24 horas. ¿Qué tal?