Por: Daniela Escribano
Como en cada temporada televisiva, hay programas que brillan y otros que lucen descoloridos, y aunque la actual es muy particular por el poco rating que registran los ciclos más vistos del día, existe posibilidad de señalar “luces y sombras”, programas que funcionan y otros que pasan desapercibidos. A por ellos vamos en esta nota.
Desapercido es estar pero no ser; es estar ahí, en la pantalla, tener un día y un horario, un conductor, o un elenco, un formato, mejor o peor rating, pero no ser “el programa”, “la propuesta”. Ser un espacio televisivo, pero no estar en el boca a boca.
Así sucede con varios ciclos de esta temporada, algunos de los cuales vienen de 2012 y ni antes, ni ahora, tuvieron ni tienen “luz propia”. Andan por la tele callados, sin repercusión, sin comentarios, sin generar ni amores, ni odios.
Empiezo con el caso que más me duele, y utilizo esta expresión como prólogo porque creo, más aún estoy convencida de que “Tiempos compulsivos” es el mejor programa de la TV actual; tiene el mejor guión, cuenta con las mejores actuaciones y por cada capítulo que transcurre, queda una reflexión, una palabra, una “enseñanza”.
Rating, tiene poco. Gente que señale su calidad, poca también. Críticos que se dediquen a escribir sobre las magistrales interpretaciones de Rodrigo De la Serna, Paola Krum y Fernán Mirás y equipo, menos.
Como aquel silencio que reconforta, pero no asoma cabeza, no sobresale, no está en el confín del pueblo, ni forma parte del temario de las conversaciones callejeras, el unitario de Pol-ka pasa su vida televisiva como el más desapercibido de los alumnos.
Es para mí, el mejor de los estudiantes, el abanderado de la escuela televisiva, pero sus 4-5 puntos lo convierten en un ignoto, en un desconocido, en uno que poco habla y mucho hace, pero no importa porque está, pero no es.
Parecido es el caso de “Mi amor, mi amor”, una ficción que empezó con todo el envión de “Graduados”, pero no pudo conservar ni un ápice de su éxito.
Completa un combo en la pantalla de Telefe, pero está muy lejos de ser “Dulce amor”, y no sólo porque no alcanza su número, sino porque no traspasa la pantalla; no apasiona, no encabrona, no se cuela en las discusiones familiares, es escurridizo y se pierde en el intenso prime time.
Está ahí, pero late poco, y casi no se siente….
Y completo este triángulo mencionando “Soñando por cantar”, el programa que conduce Mariano Iúdica y que el viernes pasado, aún siendo el programa más visto del día, sólo alcanzó un promedio de 11.8 puntos.
Pero como me propongo hablar de ciclos indiferentes aún con buen rating, cito este caso porque en su primera edición (en realidad ésta no es la segunda, sino que viene a completar la temporada estreno) fue furor, aportando a la bitácora del léxico televisivo palabras tales como “caballo alado” o “dale” con efusivo grito.
No sólo eso, sino que su mayor éxito fue dejar el reality de lado (con malos y buenos, ganadores y perdedores) para convertirse en un concierto diario de artistas de todo el país que podían llegar al público a partir de un ciclo ameno, emotivo, de llantos múltiples y aplausos certeros.
Un espíritu que hoy no fluye, una sangre que no corre, un tipo de agua que hoy no llega al tanque. Claro que todavía es precipitado decir que durante toda su estadía pasará desapercibido, pero hay algo que está claro: acaba de empezar de nuevo y no se habla del programa.
Pocos saben su día y hora de emisión. Casi nadie conoce cuál es la dinámica, si hay nuevos concursantes o finales de qué son. Evidentemente, otra vez, está pero no es.
Obviamente que, como ellos, hay muchos más. Como siempre, los invito a completar esta lista. Nos gustaría que todos brillaran, pero se sabe, el estrellato es sólo para unos pocos.