Por: Daniela Escribano
Las despedidas invitan a realizar balances y los balances no son más que ensayos en los que prevalecen los aspectos positivos si la cosa fue bien y los negativos en caso de que nada haya salido cómo se planeó. En este caso, la síntesis es más que buena y aunque los éxitos no se explican, podemos esbozar algunos elementos que llevaron a Quique Estevanez a anotarse un nuevo porotito en su bitácora televisiva.
La historia de esta ficción ya es archi-conocida: fue concebida para ser “la novela de la tarde” y, de algún modo, revalidar los títulos alcanzados por esta productora al mando de “Amor en custodia” y “Herencia de amor”, hasta que, casi al filo del estreno, hubo volantazo, se decidió que iba a la noche y se le asignó la misión de abrazarse fraternalmente con el prime time.
Lejos de amedrentarse, Estevanez le dio para adelante y refrendó, una vez más, el mote de “productor 24 x 24″ que se ha ganado desde hace rato, cuando demostró que es capaz de estirar una historia por casi dos años, dejar ir a protagonistas, revalidar tramas, cambiar argumentos sobre la marcha y remar, remar y remar.
Así fue como “Dulce amor” aterrizó en la noche de Telefe con un staff protagónico de cuatro (Estevanez, Zampini, Darthés y Rivero) y se ganó la confianza y fidelidad de un público cautivo que lo siguió a sol y sombra, a pesar del cambio de horario inicial (por el desembarco de “Graduados”), su atípica emisión a las 23.45, por no decir las 00 hs; la salida de una de las protagonistas (Calu), los cambios de rumbo, las pérdidas de memoria, y su homenaje al género del culebrón desde el inicio y hasta el final.
¿Por qué fue un éxito? No se sabe a ciencia cierta, pues en caso de conocerse la pócima mágica, se repetiría siempre y no es así, pero no estaría mal mencionar algunos aspectos que envalentonaron su estadía en la pantalla.
*Marcos y Victoria: La pareja protágonica fue un gran acierto y aunque en principio se pensó que Estevanez -por una cuestión generacional- “pegaba” más con Calu que con Carina, el tiempo y las “MarcoRias” (fanáticas de la dupla) dijeron lo contrario.
*La dama y el Vagabundo: La grotesca división entre ricos y pobres, barrio y mansión, trabajadores y jefes, té o mate volvió a dar buenos resultados porque, a pesar de que el costumbrismo tuvo su época de gloria con “Gasoleros”, “Campeones” y más, “el culebrón” y los héroes y villanos no se extinguirán jamás.
*Amor en custodia: Mucho no se dijo, pero internamente la apuesta de producción consistía en revalidar “Amor en custodia”, aquella exitosa historia protagonizada por Soledad Silveyra y Osvaldo Laport, que aquí volvió con Zampini personificando a la empresaria exitosa y Estevanez haciendo méritos para convertirse en su chofer. Y tuvo mucho de esa historia “de pila” en la que se mezclaba el perfume importado de Paz con la transpiración rústica de Juan, la elegancia de “la mujer que todo lo puede” con el “reglamento” básico del tipo de barrio, la segmentación de clase y la rebeldía de las mujeres que se enfrentan a los estereotipos familiares que las quieren ver al lado de “hombres bien” aunque así rifen su felicidad.
*El gusto es nuestro: Hubo amoríos para todos las edades. Uno adulto entre Valenzuela y Bonín, varios de mediana edad (especialmente el principal) y algunos otros de jóvenes como el de los ex Teenangels, Rochi y Nico Riera. Este gran abanico promovió el estado de atención colectivo de un público híbrido y de edades diversificadas.
*Sábanas calientes: En tiempos en que la TV parece haber decidido no mostrar tanto sexo y volver a la típica escena musicalizada que muestra a dos personas desvistiéndose y, en acto seguido, tapados con la sábana (diciendo sin decir que ya pasó lo que debía pasar), “Dulce amor” retomó la pasión, los gemidos y el deseo explícito hasta provocar la duda: ¿ficción o realidad?
*La competencia: En principio fue “Lobo” y lo pasó por arriba. Y después fue “ShowMatch” y lejos de achicarse y quedar absorto por tamaño monstruo, “se hizo grande” y batalló mano a mano conservando una marca más que buena durante todo el 2012. En el presente, la mayor parte de los días lidera la tabla de rating. Su actitud frente al “enemigo” es una carta a favor y vale más que mil palabras.
Como dicta una tradición que ya acumula diez años en Telefe (desde 2003 con “Resistiré”), “Dulce amor” se despidió en el Teatro Gran Rex. Con público en vivo. Con los actores emocionados, agradeciendo el cariño y la fidelidad de sus televidentes. Con éxito. Con la alegría de haber convertido un proyecto de tarde en una novela de noche y en un éxito de casi un año y medio.
“Resultado feliz” dice sobre la palabra “éxito” el diccionario. Así fue; un resultado feliz adentro y afuera de pantalla.