Por: Daniela Escribano
Pasado el furor de la noche de anoche, los festejos y descontentos, las críticas y los aciertos, llega la hora de hacer balance, repasar “lo mejor” y “lo peor”, los momentos más candentes, los premios más sorpresivos y los más justos e injustos.
Pero primero lo primero: La alfombra roja. No es un nuestro metié analizar los looks, entonces sólo sintetizaremos este momento de la fiesta diciendo que fue realmente llamativo que sólo desfilaran por la “red carpet argenta” figuras de Telefe y que, incluso, eligieran entrevistar dos veces a la misma persona o dupla, con tal de no darle cámara a las caras de otras canales.
Salvo por Jorge Lanata y Martina Stoessel (“Violetta”), que mantuvieron un diálogo corto con Leo Montero, o por Gloria Carrá, esposa de una figura de Telefe -Luciano Cáceres-, que también conversó con el conductor de “AM” y puso en evidencia que el cordobés no tenía ni idea porqué ciclo estaba nominada, ni qué era “Tiempos compulsivos”, la velada recordó a “Todos juntos”, la fiesta de Telefe.
Mal. Muy mal. Todo lo que sea intencionado, se nota y mucho. Como estrategia es gruesa y el público está adiestrado a captar enseguida lo que es antinatural. Y así fue que, rapidito, rapidito, las redes sociales se llenaron de mensajes reclamando “pluralidad de voces” en la entrada del Colón.
Comenzó la ceremonia con una apertura en la que Marley, una vez más, se dejó tratar “de tonto”. No es una crítica, es una apreciación objetiva y festejada, ya que en un medio en el que abundan los egos injustificados y las autoestimas en el cielo, que un personaje se preste a asumir públicamente su torpeza, su falta de talento y su lentitud para algunos menesteres, es muy positivo. Bien por él.
Además, al comenzar dijo una de las frases más certeras de la noche: “Hoy tenemos gente de verdad”, en alusión al público presente, y así nos ratificó que los famosos, en ciertas ocasiones, tienen poca carne y poco hueso.
Se cortó la cinta de largada de la ceremonia minutos después de lo pautado, con un discurso escueto de Sciacaluga, quien entre otras cosas negó que le fueran a dar un Martín Fierro al Papa, algo que después ocurrió. Primer desentendimiento.
Imponente y magnífico el Colón, aunque demasiado frío para una farándula más caribeña que polar, con más afecto por la fiesta que por el cóctel. De hecho, este mismo entorno de ópera y cuerdas, de algún modo sentenció el aura que abrazaría toda la transmisión: demasiado formal, demasiado prolija, sin alegría, sin festejos, ni sonrisas.
Ya en el inicio de la entrega se dio lugar a la primera incongruencia: el premio “Revelación” a Martina Stoessel por “Violetta”, un gran error, teniendo en cuenta que el gran éxito de dicha tira se produjo en Disney y no en El Trece, donde se estrenó después, y por falta de rating, salió rápidamente del aire.
En su lugar se debería haber premiado a muchas de las grandes relevaciones que tuvo 2012, como “El Chino” de “Graduados”, o “Carrizo” o “Guachín” de “Sos mi hombre”.
Apenas habían pasado unas pocas ternas y ya el director se veía obligado a analizar cada “poncheo” que realizaba, debido a que se multiplicaban la caras de hastío y aburrimiento. Una de las primeras en aparecer fue la de Nacho Viale.
Pronto llegó el primer premio para Jorge Lanata, y con el premio, el primer discurso contra el Gobierno Nacional. Se escucharon más aplausos que abucheos y, de repente, la perlita: la cara de desprecio de Pablo Echarri. De ahí en más, en cada galardón que obtuvo el periodista, el director buscó la reacción del marido de Nancy Dupláa.
Luego llegó el momento de ver cómo se “empastarían” las ternas grabadas durante la tarde, y fue horrible de verdad. Muy rápido, un trámite, con edición dudosa y tono impostado de Marley, todo muy antinatural.
En su “minuto de fama”, Susana estuvo “más susanesca” que nunca, desubicada en el contexto, desconociendo a quien premiaba (el caso de Paola Barrientos) y desorientada con la rutina, tanto que Marley, que siempre suele hacer agua, en esta vuelta apareció como un profesional de oficio. Inclusive, voy a remarcar que el animador de la noche, quizás ayudado por la sobriedad de la ceremonia, casi no tuvo furcios, todo un logro para él.
Otra de las que no disimuló su bronca/angustia ante la derrota fue Georgina Barbarrossa, aparentamente cansada de perder. No obstante, no fue la única de “Dulce amor” derrotada, ya que la novela, de enorme éxito en Telefe, se fue con las manos vacías debido a la junta de las ternas de comedia y telenovela que los puso a competir con “Graduados”.
Otra de las injusticias fue la derrota de “Yayo”, una vez más. Está bien, se lo dieron por fin a “Sin codificar”, pero a Fátima le falta mucho andar para llegar a ser “Yayo” ¿o no? Ni hablar del premio a Virginia Lago como “Mejor conductora”; o sea, sabemos que no miraron lo que votaron, pero “así no”, diría “la señora”.
Sentí vergüenza fundamentalmente por Andrea Politti, una excelente conductora a la que ternan hace años y jamás premiaron. También por Clarible y Vero. Todas muy buenas, “remadoras”, “todoterrenos”. Si la querían mimar a Lago, hubiesen optado por otra camino, pero darle un Martín Fierro es burlarse del trabajo de sus “colegas”.
Siento, a su vez, que el premio que no le dieron a Joaquín Furriel por el mejor personaje de su carrera (“El Turco” de “Sos mi hombre”), me duele, pero tampoco es injusto que hayan premiado a Leonardo Sbaraglia, y además el momento de su premiación, con su madre (Roxana Randón) recibiendo la estatuilla por él, fue de lo más emocionante de la noche, junto con el homenaje a Juan Carlos Calabró.
De lo más destacable de este pasaje fue la frase del “Cala”: ”Se hizo justicia”. Me gusta cuando no se disfraza el orgullo, y como el año pasado celebré que Julio Chávez haya dicho “Me lo merezco”, en esta vuelta también aplaudo estas palabras.
No estoy de acuerdo con que se premien dos años seguidos a figuras y productos, por eso es que critico el segundo premio a Campanella por la dirección de “El hombre de tu vida” y a Mercedes Morán por el mismo ciclo. Lo adoré, pero siento que se cholulea mucho al ganador del Oscar y no se mira a los costados.
En el caso de “En terapia”, me parece bien que haya ganado, aunque lo que no me parece bien es que se lo haya presentado como unitario/miniserie porque iba de lunes a viernes, y aunque muchos podrán objetar que una miniserie puede ser diaria, en nuestra TV local, para nuestra idiosincrasia, miniserie se diferencia de unitario por el contenido (una trama es serial y la otra no) y no por la frecuencia.
Se cuestionó mucho la gran cantidad de premios recibidos por el Grupo Clarín, aunque pocos pudieron ver que, en medio de dicho triunfo, hubo un gran perdedor: Adrián Suar. En sintonía con su mal 2012, “El Chueco” sólo “celebró” los premios de “Violetta” y la estatuilla que recibió Ana María Picchio por “Condicionados”. Evidentemente fue de sus peores años de cosecha.
Raro también fue que se premiara a “Londres 2012″ como “Mejor programa deportivo” cuando fue una transmisión especial, o que Isabel Macedo se llevara la estatuilla como “Mejor actriz protagónica” de “Graduados”, cuando si bien su “chanchoto” fue de lo mejor del ciclo, la protagonista era Nancy Dupláa.
Del mismo modo sucedió con Luciano Cáceres (“Graduados”), Gloria Carrá (“Tiempos compulsivos”) y Norma Aleandro (“En terapia”), todos excelentes actores, de increíbles interpretaciones en cada uno de sus roles, pero que no fueron protagonistas y fueron nominados como tal.
Cuando Sebastián Estevanez perdió en su terna, puso cara de enojado. Sí, él, un simpático de aquellos. Queremos creer que no pretendía ganarlo y que su encono es porque “Dulce amor” no ganó nada de nada y se convirtió en el gran perdedor de la noche; un gran éxito en 2012 que, sin embargo, no ganó nada.
Fiel a su estilo, Nancy Dupláa dijo algunas de las frases más jugosas de la noche: 1) “Vamos a cambiar el clima”, tras el discurso de Lanata. 2) “A Seba que el año pasado tuvo un año duro” (en referencia a su enfrentamiento con Tinelli) en el agradecimiento del Oro. 3) “Gracias a los pocos que se quedaron”, en el mismo momento.
Entre las cosas que se supieron hoy figuran que a Reynaldo Sietecase le editaron su discurso, que le cortaron el agradecimiento a Víctor Hugo a las palabras de la locutora Florencia Ibáñez, que la supuesta adhesión de la actriz Paola Barrientos a Lanata fue una ironía, que a Mirtha no le gustó que se politizara tanto la ceremonia y que a las figuras de El Trece, América y Canal 9 las habrían hecho entrar por otra puerta para evitar que pasaran por la alfombra roja.
Como moraleja elijo decir que “sin comida y sin bebida, no hay fiesta” y que extrañé los abrazos entre compañeros, los festejos con servilletas, la cámara buscando encuentros inesperados y los discursos más emotivos.
Faltó de todo, especialmente alegría y emoción. Y aunque bien sabemos que los que premian no han visto lo que eligen, que el criterio es dudoso, que se elige a dedo y que ganar o perder un Martín Fierro, no te hace mejor, ni peor, la fiesta se espera.
Para cerrar, el análisis y la ceremonia, nombramos a “Graduados”, obvio y cantado ganador del Martín Fierro. Me pregunto: ¿debería haberlo ganado otro? No, está perfecto.
Entonces guardamos el vestido para el año que viene. Ojo con la naftalina y, para la próxima, menos glamour y más alegría.