Por: Mariano Domino
Janis Lyn Joplin no llegó al estudio de grabación Sunset Sound Recorders de Los Ángeles el 4 de octubre de 1970 para seguir trabajando en el tema ‘Buried Alive In The Blues’, que finalmente terminó como tema instrumental del disco póstumo “Pearl”, de 1971. Preocupado por la demora, John Cooke, -representante del grupo Full Tilt Boogie del que Joplin era su figura excluyente- fue a buscar a la artista al Landmark Motor Hotel, ubicado en el 7047 de Franklin Ave. Un mal presentimiento lo asaltó de súbito cuando encontró a su popular auto psicodélico Porsche 356C descapotable en el estacionamiento. Al entrar a la habitación 105, la encontró sin vida, tirada en el suelo, a un lado de su cama. La cantante sumaba 16 horas muerta. Un mes antes, Jimi Hendrix también había muerto y en menos de un año Jim Morrison también cometería suicidio. Los tres tenían 27 años al momento de su fallecimiento.
Joplin había llegado al cuarto cerca de la una de la madrugada y se estima que 45 minutos después se produjo su fallecimiento cuya causa oficial se encuentra caratulada como “muerte por sobredosis” de heroína cuya pureza, de entre 60 y 80%, era ocho veces más poderosa que lo que entonces solía consumirse; esa misma noche, también fallecieron otras ocho personas que compraron heroína al mismo dealer. Varios escépticos coinciden en que, si bien la cantidad era lo suficientemente fuerte para matarla, las jeringas para su suministro nunca fueron halladas en la habitación, lo que ha levantado sospechas en cuanto a la presencia de una segunda persona en el lugar.
El sábado 3 de octubre, Joplin visitó el estudio para escuchar la parte instrumental de “Buried Alive in the Blues”, antes de grabar su pista vocal, programada para el día siguiente. En algún momento de ese mismo día, le comunicaron por teléfono que Seth Morgan, su nuevo prometido -un estudiante de la universidad de Berkeley, hijo de una familia acomodada de Nueva York y que fingía ser nieto del banquero J.P. Morgan- estaba en su casa jugando al billar junto a otras mujeres que había conocido ese mismo sábado. En el estudio se escuchó expresar el enojo ante esa noticia, sumado a que Morgan había incumplido su promesa de visitarla la noche anterior. Una vez salida del estudio y junto a Ken Pearson, miembro de la banda, decidieron relajarse en el bar Barney’s Beanery. Después de la medianoche, Joplin llevó a Pearson y a un fan a sus casas y luego se retiró a su habitación en el Landmark Motor Hotel. La heroína cortada en estado demasiado puro hizo el resto.
Joplin fue incinerada en la funeraria Pierce Brothers Westwood Village en Los Ángeles. De allí, sus cenizas fueron esparcidas desde una avioneta al Océano Pacífico a lo largo de Stinson Beach. El único servicio fúnebre tuvo un carácter privado, ya que sólo asistieron los padres de Joplin y su tía materna. Por paradójico que parezca, el 1° de octubre –tan sólo tres días antes de su deceso- Joplin había decidido modificar su testamento en el punto relativo a la repartición de bienes, en el que agregó una cláusula donde indicaba una donación de U$S2.500 para realizar una fiesta en su honor en caso de su desaparición.
El 26 de octubre, alrededor de 200 personas recibieron invitaciones para concurrir a la fiesta; las tarjetas remataban con la leyenda “Las bebidas son por Pearl”, una referencia al apodo de la cantante. El evento, que tuvo lugar en Lion’s Share, San Anselmo, California, contó con la presencia de su hermana Laura y amigos cercanos de Joplin, que incluyó a la artista del tatuaje Lyle Tuttle, el prometido de Joplin, Seth Morgan, Bob Gordon, y su manager de gira John Cooke. Entre los asistentes, se repartieron brownies mezclados con hachís.
Janis Joplin fue un símbolo de la contracultura de género de los ‘60 y el movimiento hippie y la primera mujer en ser considerada estrella de rock. En 1995 ingresó en el Salón de la Fama del Rock; en 2004, la revista Rolling Stone la colocó en el lugar 46 de los 100 mejores artistas más grandes de todos los tiempos y en 2008 la situó en el puesto 28 de los mejores 100 cantantes de todos los tiempos.
Dueña de una voz templada a fuego, dotada de unas cuerdas vocales que parecían forjadas a base de hierro, Joplin era capaz de alcanzar los mayores registros vocales que una voz femenina de rock podía conquistar hasta ese momento y susurrar en un gemido desesperante si el tema así lo demandaba. Su perfil de comehombres, adicta a las drogas y al sexo libre le confería cierta apariencia disoluta, aspecto que en realidad escondía una Joplin rodeada de extrema soledad, hecho que la partía en dos frecuentemente. “En el escenario le hago el amor a 25.000 personas diferentes; luego me voy sola a casa”, llegó a declarar.