Por: Noelia Schulz
“Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo.” Mahatma Gandhi
En este post conté cómo ser madre me cambió la vida. Suena a cliché pero es tan cierto… Y creo que #SerMadres nos obliga no sólo a cambiar, sino también a resignificar muchas palabras.
El cansancio, por ejemplo. ¿Cuántas veces pensaron “nunca supe lo que era estar cansada, me retracto por todas las veces que dije que estaba cansada antes de hoy”? ¿Y las preocupaciones? ¿Y el sentido de la responsabilidad? ¿Y el tiempo libre? A veces incluso nos cuesta acordarnos de cómo era antes. (¡¿Qué cuernos hacía antes con tanto tiempo libre y por qué no escalé el Everest ni aprendí mandarín?!)
Y ya que estamos vamos a otro cliché: la felicidad. Mi felicidad hoy sin duda tiene otro significado. Porque es una felicidad inmaterial, intangible, invisible, inmediata. Una felicidad que no tiene barreras y que nos hermana a todas por igual, sin importar la edad, las circunstancias económicas ni el modo en que nuestros hijos vinieron al mundo. Porque, ¿a quién le importa? Es una felicidad construida de esos momentos cotidianos y aparentemente insignificantes. De esas que te atraviesan de punta a punta. Una sonrisa, alguna palabra, un gesto, un garabato, una mirada. Un simple acto que te llena. ¿Qué es eso sino amor? ¿Dónde está el amor si no es ahí mismo, en ese segundo que quisieras guardar para siempre, pero que cuando pestañeás ya pasó?
Resignificamos estas palabras porque resignificamos nuestras vidas. Porque ya las piezas de la construcción de nuestra identidad no son las mismas. Se reacomodaron. #SerMadres nos hace pensar y sentir de otro modo. Y aprender. Aprender a que a cada paso hay algo nuevo para aprender. A que cada hijo es un mundo aparte. A que la vida tiene muchas más aristas de las que creíamos posibles.
Y es así, aprendiendo, maternando y cambiando, que le doy un nuevo significado a estas (y muchas otras) palabras. ¿Y ustedes? ¡Muy buena semana para todas!