No es saludable ser hincha de Gimnasia, no

#TeMuestroLaPlata

Si usted sufre de presión alta, de mareos, náuseas, luego presión baja, pérdida parcial del conocimiento, palpitaciones fuertes, alucinaciones, depresión leve transitoria, exaltación, excitación, y luego ansiedad generalizada, pero, sin embargo, siente fortaleza y felicidad, no se alarme por ello, puede que usted sea hincha del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata y aún no lo sepa. Porque el hincha de Gimnasia no elige ser de Gimnasia, simplemente lo es.

Si usted le habla a los tilos, ríe cuando llora, aúlla cuando ríe, aúlla cuando llora; si usted elige el color azul para vestirse, el blanco para soñar; si a usted lo conmueve una luna llena, se llena de lunas cuando se conmueve, le reza a las estampitas siendo eternamente ateo; si usted no puede evitar apostarle al 22 aunque nunca salga un pleno; si a usted le transpiran las manos cuando huele el perfume de un eucalipto y siente inmortalidad ante la naturaleza de un bosque, no se alarme, no importa en qué lugar del mundo se encuentre. Puede que usted sea hincha del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata y aún no lo sepa. Porque el hincha de Gimnasia no eligió ser de Gimnasia, simplemente descubrió que lo era.


Decir que la región La Plata es cuna de grandes instituciones deportivas, no es regalar ninguna novedad al lector. De hecho, cualquier argentino que guste del rugby, puede atestiguar el desarrollo de los equipos platenses en la historia de ese deporte. Lo mismo pasa en el mundo del hockey, en las disciplinas acuáticas, en los deportes hípicos, y hasta en el automovilismo, pasando por la natación, el vóley, el básquet, y por muchas otras actividades deportivas, que hacen de La Plata, una región poderosamente social.

Pero Gimnasia y Estudiantes son fenómenos particulares. Cada institución ha escrito sus páginas con una profunda identidad colectiva, en tal escala, que pueden distinguirse distintas corrientes de pensamiento en la comunidad.

Lo que no se puede hacer, es negar que el hincha platense haya traspasado las barreras del fútbol para adoptar esas construcciones colectivas en un modo del hacer y del decir, en un conjunto de expresiones icónicas y simbólicas, que cargan de significado a cada manifestación del propio ser.

Fueron, esas corrientes, adoptadas como formas de vida, como documentos sin papeletas, como una presentación más colorida del “quién soy yo”, y del “de dónde vengo”.

Lo que tampoco se puede negar es que la potencialidad, el ingenio, la chispa y la incondicionalidad de los hinchas platenses, en su conjunto, son únicamente comparables con pocas ciudades del país, empezando, por ejemplo, con Rosario, o Santa Fe.

Clásicos como los de Gimnasia y Estudiantes no se encuentran en el fútbol español, ni en el Calcio,  ni en la liga alemana, ni en la portuguesa, ni mucho menos en la inglesa.

Por ello, el ascenso del Lobo significa la garantía de que, al menos dos veces al año, los platenses van a vivir experiencias profundamente espirituales. Porque cuando acá se juega un clásico, se reza en todas las esquinas, se invocan a todos los dioses conocidos, se inventan nuevos dioses, se destilan expresiones artísticas por las diagonales, se pintan de colores las casas y los árboles, y las paradas de colectivos y los cachetes de los protagonistas.

Todo huele a parrillada, todo suena al compás de las trompetas, y madres y abuelas aprietan sus rosarios, y tíos y primos encuentran la comunión que no existe en el resto del año, y muchos amigos, a los que la noche anterior sorprendió de brindis en alguna juerga, por esta vez, entran al estadio por puertas diferentes, y se llaman por celulares, y se mandan fotos, para mostrarse mutuamente qué es lo que se respira en sus tablones, qué es lo que se disfruta desde su lado, qué es lo que los hace diferentes los unos a los otros. Eso se llama identidad.
La corriente de pensamiento del hincha de Gimnasia está históricamente ligada al romanticismo: en Gimnasia se privilegia el sentimiento por sobre la razón. Las ideas ilustradas, la lógica, y la especulación, tanto como las ciencias exactas, o las leyes de la gravedad, dejan de existir cuando juega Gimnasia.

Porque cuando juega Gimnasia no se trabaja en los ministerios, no se habla de la inflación ni de las importaciones, no nacen hijos en los hospitales, no hay gripes ni tobillos esguinzados, no hay fiestas de cumpleaños ni carreras de bicicletas, no hay, en definitiva, más que la reducción del universo en un inmenso bosque.

Porque cuando juega Gimnasia, en La Plata, sólo hay lugar para Gimnasia, porque el pueblo se aleja litúrgicamente de las viviendas, para habitar, una vez por semana, nada menos que el más inmenso y colorido jardín de la ciudad.

Para llegar al Bosque de La Plata, uno puede acceder por calle 53, en su intersección con la Avenida 1 (a pocas cuadras de la Estación de Trenes), por Avenida 60 (en inmediaciones a la Facultad de Medicina), o por calle 122, desde donde llegan las caravanas de hinchas de Berisso (del lado de 60) y de Ensenada (por 52).

Cuando uno toma la arteria principal del paseo (única entrada permitida para el automovilista), se encuentra nada menos que con un escenario sacado de alguna de las historias de Robin Hood, de  esas que tenían acción en los profundos y coloridos bosques medievales.

La Avenida es ancha, y hacia ambos costados se elevan los más gordos y perfumados árboles de la región. Hay ceibos, eucaliptos, araucarias, tilos, y otras tantas especies de árboles que exceden en número a la variedad de gustos de caramelos que se han inventado en la historia de las golosinas.

Quedará para más adelante describir las individualidades de los pequeños mundos que uno puede encontrar en el camino hacia el estadio, que se impone en el final del sendero, detrás del monumento que hace de punto de encuentro al triperío.

Hay un lago, un zoológico, un Museo de Ciencias Naturales, un planetario a punto de estrenarse, un viejo observatorio astronómico, una gruta, una seguidilla de puestitos verdes, y hasta un anfiteatro, llamado Martín Fierro.

Todo descansa a los pies del gran estadio del Lobo. Todo ello es el anticipo de que, en el final del camino, se encuentra el templo, el inmenso santuario de fieles gimnasistas, el venerado y reverenciado “Juan Carmelo Zerillo”.

Y mientras el hincha de Gimnasia va pisando las resecas ramitas que alfombran los pasillos del Bosque, comienzan los síntomas. Porque no es saludable ser hincha de Gimnasia.

Comienzan, entonces, los mareos, las fuertes palpitaciones, la exaltación, las alucinaciones, la pérdida parcial del conocimiento. Y es ahí, entonces, cuando uno puede observar que algunas personas comienzan a charlar con los tilos, a llenarse de lunas, a apretar pequeños rosarios de madera, a creerse esencialmente animal ante la monstruosidad de un conjunto ordenado de árboles que lo invitan litúrgicamente a ser inmortal en la inmensidad de la naturaleza del Bosque.
Hoy, 03 de Junio de 2013, Gimnasia y Esgrima La Plata cumple 126 años de su fundación. Es decir, apenas cinco años menos que los que cargan sobre la ciudad de La Plata. Por ello, hablar de La Plata, es también hablar de Gimnasia. Salud.

Esta publicación va dedicada especialmente a los hinchas que fueron afectados por la inundación del pasado martes 02 de Abril, y que encontraron en el ascenso del Club, la enseñanza de que de las malas se sale con sacrificio, con esfuerzo y con proyectos. Pero por sobre todas las cosas, con memoria e incondicionalidad.