Ciudad Satélite, el viejo suburbio futurista mexicano

#Urbanitas

“Me siento como si me hubiera ido de viaje muy lejos”, dijo el productor radiofónico Uriel Waizel cuando regresábamos al DF, aunque sólo habíamos ido de scouting a los siete lugares más emblemáticos de Ciudad Satélite con el artista Fernando Llanos, el otro integrante del Colectivo Satelín-Torres, que presentaron hace más de un año un libro sobre la historia del que fue considerado el suburbio más vanguardista de la posguerra.

 

 
Captura de pantalla 2013-06-13 a la(s) 07.21.38Las Torres de Satélite, escenario para la foto del recuerdo de quinceañeras y parejas recién casadas (Foto: Fernando Llanos/Instagram)
    Para chilangos, como yo, acostumbrados a las angostas calles llenos de perros bajo un cielo tejido por cables eléctricos conectados a diablitos, la vida del satelín se parece más a la de quien renta una espacio como vivienda dentro de un supermercado o una tienda comercial para vivir. Tan así que se sentían orgullosos en los 80 del siglo pasado que el McDonalds más grande de México estuviera justamente allí: en Satélite y no en la ciudad de México.       Captura de pantalla 2013-06-12 a la(s) 15.35.39
Uriel Waizel y Fernando Llanos, creadores del Colectivo Satelín-Torres, dos arqueólogos y antropólogos urbanos que recuperan la historia de Satélite y ahora buscancrear un museo en el antiguo suburbio de clase alta de la zona metropolitana del Valle de México  
     
 

 

¿Qué hay en Satélite aparte de malls y las Torres de Barragán-Goeritz? Una utopia, un nivel de vida que se coloca al otro lado de la vida tradicional de un habitante del DF; aunque en muchos aspectos ha sido rebasada, aún hay calles donde se conservan intactas las huellas del american way of life: casas individuales con jardines bien cuidados, mascotas matando el aburrimiento bajo el sol, avenidas amplias y sin cruceros para que el Dios Automóvil vaya a alta velocidad, plazas comerciales, estacionamientos gigantes. Una aldea neomedieval que ha sido invadida por la expansión urbana en los límites del Distrito Federal y Estado de México.

 

 

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  Ahora ya no existe el Toreo de Cuatro Camino, un referente para los habitantes que decían que después del domo todo era “Satélite”, pero en su lugar hay centros comerciales. Le costó trabajo, pero después de 50 años por fin la neo Tenochtitlán alcanzó a ese suburbio del futuro de la posguerra planificado por el arquitecto Mario Pani en 1954. Allí se encuentran Las Torres de Luis Barragán y Mathias Goeritz, que se levantan en medio de un caos visual generado por los espectaculares y el cargado tráfico que circula alrededor de este conjunto arquitectónico que sirve de escenario para las fotografías de quinceañeras y recién casados, como ocurre con el Ángel de la Independencia. La apropiación del espacio público.  
 

 

-Llanos: “Satélite, el libro”, (2012) fue detonante para buscar ahora la creación de un museo que concentre todas las líneas de investigación que hemos desarrollado en varios años, pero antes realizaremos la “Torre Amarilla”, una revista con entrevistas y ponencias para generar un eco, para conocer otras historias.
-Waizel: El museo es una idea natural; hasta en las pequeñas ciudades de Estados Unidos y Europa hay espacios especiales para preservar la herencia de la comunidad. ¿Por qué Satélite no debería tener el suyo si aquí se generan tantas historias, cosas, música?

 

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Nuestro del Campo Florido, obra de Félix Candela de 1966, mismo arquitecto del Palacio de los Deportes  (Foto: Fernando Llanos/Instagram)
La Casa Diabólica, la Escuela de Harry Potter, la Casa de Miguel Alemán, los campos de futbol americano, las canchas de futbol donde jugó Luis García, la casa donde vivió José José, el lugar donde ensayan los de Cafe Tacvba, la nomenclatura, los anuncios setenteros bien cuidados y las famosas hamburguesas de casi un kilo de carne, forman parte del mapa mental de sateluco, según la aproximación instantánea y miope de un chilango que quiso conocer la nueva Ciudad Satélite, desbordada por el tráfico.