No sé cómo sea en Buenos Aires la vida en el Metro, pero en la ciudad de México no es nada cómoda por las mafias que han creado las autoridades del Sistema de Transporte Colectivo con los vendedores que han tomado los 226 mil 448 kilómetros de vías que tiene a lo largo y ancho de la capital para convertirla en un mercado. Entre la fauna urbana de comerciantes ilegales hay uno que le llaman “vagonero” y que es un personaje que aborda los trenes con unas bocinas en la espalda con sonido al altísimo volumen para promocionar discos pirata de música de diversos géneros y que tiene a los pasajeros al borde de la histeria con su ruido. De esto hablaremos hoy en este post.
El Metro, aparte de ser uno de los más eficientes sistemas de transporte de la Ciudad de México, también es, sin pretenderlo, uno de los lugares de experimentación humana más baratos de la capital. A esas imágenes post-industriales de trenes sobresaturados trasladando a miles de personas del oriente al centro-sur-poniente de la capital sólo les faltaba un elemento para hacerlas aún más apocalípticas: el vagonero.
Si antes el reto era subirse a un vagón lleno de gente y no asfixiarse, ahora el otro reto para Guinness es el de llegar a tu destino, bajar completo y, sobre todo, no quedarte sordo para siempre luego de que un vagonero puso sus bocinas gigantes a todo volumen en tu rostro mientras repasaba los 20 grandes éxitos de salsa de todos los tiempos o las 200 canciones de los duetos más famosos en la historia de la música universal. ¿Les importamos a las autoridades del Metro? No, porque de lo contrario impedirían que los andenes y pasillos principales se convirtieran en mercados ambulantes donde se vende desde jitomates, lámparas, empanadas, cortauñas, plumas, tacos, chamarras, llaveros, gafas para el sol, cremas para la piel caducas hasta relojes, chamarras y sexoservicio.
De acuerdo con la norma NADF-05-2006, la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal establece que el límite para emisiones sonoras de fuentes fijas es de 65 decibeles A en horarios diurnos y 62 decibeles A para el horario nocturno. Los vagoneros emiten más de 100 decibeles.
Todos se reúnen en el primer o último vagón y uno a uno van pasando a vender sus discos grabados con mp3 o películas. Cuando se encuentran dos en el mismo nunca promocionan sus productos a la vez, como si tuvieran un código de respeto entre ellos. Aunque con la gente no, pero es relativo, ya que si a unos les molesta el insoportable ruido con canciones de banda o reggaeton, a otros les gusta la promoción y les compran su mercancía. Si nadie les comprara nada durante todo el día quizá verían la forma de ganarse la vida fuera de las estaciones del Metro. Otros dicen que ellos no son el problema, sino el sistema que no les da empleo formal bien pagado, por lo que, agregan, es mejor que dejen sordos a todos en lugar de robar, secuestrar o matar por dinero. Cuestiones de óptica.
¿Víctimas o victimarios? Podría decirse que son de los personajes más temidos por usuarios y policías que supuestamente vigilan que en toda la red no haya comerciantes; y lo es no porque sean invencibles sino porque nunca atacan o se defienden solos: siguen la lógica de la manada; acompañados defienden el territorio. “Tienen cara de chacales. Una vez le dije a uno que no me pusiera sus bocinas en la cara y casi me golpea. Hasta le habló a sus compañeros y nadie salió a defenderme. Todos se quedaron mirando nada más”, dice A consultada sobre su experiencia como usuaria de este medio de transporte tomado por los vagoneros ante la complacencia de las autoridades.
¿Y eso no lo ven desde el centro de monitoreo que tiene el Metro? ¿Para qué sirven cientos de videocámaras instaladas en toda la red? ¿O es que sólo se encuentran colocadas allí pero no transmiten señal porque están apagadas? Cada vez que los policías realizan operativos para llevarlos ante el Juzgado Cívico pagan la sanción que es de 11 a 20 días de salario mínimo o de 13 a 24 de arresto. En otras, golpean o sobornan a los uniformados. Las autoridades han contabilizado al menos 15 organizaciones que afilian a casi tres mil personas que cada día pagan su cuota para vender en las 195 estaciones de las 12 líneas que se extienden a lo largo de 226 mil 448 kilómetros de la urbe. Al día, cinco millones de personas usan este transporte que cuesta tres pesos y pese a denuncias, parece que las primeras en quedar sordas ante estas quejan han sido las autoridades por culpa de los vagoneros.
¿En Buenos Aires también hay vagoneros?