Por: Alejo Bernasconi
Impensando, sorpresivo, batacazo, muchos son los calificativos con los que se puede adjetivar lo que consiguió el equipo sanjuanino. UPCN venció a Buenos Aires Unidos por 3 a 2 (28-30, 20-25, 25-20, 25-22 y 15-10), cerró la serie 3 a 0 y dio la vuelta olímpica por tercera vez consecutiva en una Liga que dejó mucho para analizar:
No quiero escribir una crónica del partido que se jugó en el Aldo Cantoni, los que lo vieron sabrán lo intenso que fue y aquellos que no pudieron disfrutarlo encontrarán en la web decenas de descripciones del cotejo, es decir, sería caer en más de lo mismo. Me propongo analizar a este equipo, a toda la liga en general y al caso Bolívar.
El campeón:
Tras una campaña con cierta irregularidad en un comienzo, con alguna que otra derrota contundente e inesperada, UPCN finalizó tercero en un nivel que lo llevó de menor a mayor. Su rival en cuartos de final era Formosa, que si bien tuvo muchos altibajos, los nombres y la jerarquía del plantel (Patti, Scholtis, Spajic, Massimino, Peralta, Moreno) invitaban a la paridad, sin embargo, fue un 3 a 0 para los cuyanos. En semifinales enfrentaba al “cuco” del certamen, el Bolivar de Tinelli. Tras un primer partido parejo que terminó en favor de Las Águilas, un juego colectivo de los sanjuaninos cerró la serie por 3 a 1. La final llegó para un UPCN en su mejor momento, envalentonado por haber dejado afuera al favorito de todos y sediento de gloria por obtener el tricampeonato. Del otro lado estaba Buenos Aires Unidos, el equipo de Kantor que tenía en sus filas a Milinkovic (que finalmente jugó menos de la mitad del torneo), Iván Márquez, Nicolás Uriarte, Nicolás Bruno y el, según muchos, mejor jugador (hasta ese momento) de la Liga: Guillaume Samica. Los marplatenses mantuvieron el primer puesto durante casi todo el certamen basados en el talento de Uriarte y la confirmación de Romanutti como esperanza de brazo fuerte. Sin embargo, las finales son otro tema y la experiencia jugó un papel fundamental: Desde 2008 que una Liga no se cerraba con un triunfo en 0, un “Flawless victory” como se diría en el Mortal Kombat. La potencia de Bengolea y Olteanu, la sed de revancha de Evandro (tras una pasa liga con Bolívar que no fue la ideal), la tenacidad de Garrocq y el nivel superlativo de Junior y Ramos sumado a la precisión del siempre confiable Demián González, le dieron una lección al voley argentino de que no hay que hablar antes de tiempo. Dieron lección de lo que es jugar en equipo, cuando uno fallaba, otro aparecía, no dependió de ningún jugador en ningún momento. Casi todos los partidos, los jugadores (salvo el armador, claro está) terminaban con una cantidad de números por arriba de las dos cifras, mérito absoluto de González (MVP de las finales).
Caso especial el de este levantador, cuestionado por muchos por no coincidir con la espectacularidad que hoy domina el mundo, con armadores que pasan la cabeza en bloqueo, que sacan de potencia como búfalos o que defienden como leones. Él hace su trabajo: armar, distribuir con precisión y criterio. Desde afuera se ve que le lleva tranquilidad a sus atacantes y a su líbero. Para algunos tal vez no sirva a nivel mundial porque se pide otra cosa, u otros digan que es muy difícil competir con De Cecco (en mi opinión, uno de los 3 mejores levantadores del planeta) y Uriarte, pero lo cierto es que este muchacho tiene 5 finales y 4 títulos de Liga (uno con Amigos y tres con UPCN) y lo mejor de todo es que en ninguno de ellos su equipo era el favorito. Mención especial, también, para el entrenador Fabián Armoa, quien dedicó la Copa para “esos giles que tuitean gansadas” ¡y vaya que los hay! ¿Cuántos de esos que critican jugaron una final? ¿Cuántos periodistas calificadores pisaron una cancha alguna vez? ¿Cuántos sintieron la presión de venir del interior o pagar un alquiler o mantener una familia y no tener para comer porque se atrasan los pagos? ¿Cuántos sufrieron estar lejos de su familia? ¿Cuántos tuvieron que pelearse y convivir toda una Liga con un entrenador que no se bancaban? Pocos, pocos saben lo que es eso y muchos hablan, una cosa es que te lo cuenten y otra cosa es vivirla, ese flagelo le hace muy mal al voley argentino. No olvidemos que Armoa tuvo la última gran participación de Argentina en JJOO con un equipo aun más limitado, si se quiere, que el de Londres 2012, cayendo con las botas puestas ante Italia en Atenas (luego medalla plateada). El técnico entiende muy bien el voley, muchachos, sabe que para armar un equipo hay que empezar por, valga la redundancia, el armador. Se le pueden criticar muchos aspectos, no lo sé, no lo conozco, pero lo cierto es que de este deporte sabe y bastante, ¿alguno vio el planteo de bloqueo/defensa que le armó a Bolivar en semifinales? UPCN entró en la historia del voley nacional gracias a una inversión enorme de dinero que valió la pena, un proyecto serio que fomentó el deporte y que renació a esta disciplina en una provincia voleybolera por excelencia. Seguramente a algunos no les gustó el juego que desplegó (me incluyo), menos vistoso que el de Buenos Aires según mi visión, pero lo cierto es que hacía las cosas simples, sencillas y a la vez contundentes y por sobre todas las cosas, nadie puede poner en duda el merecimiento de este título (no hubo, a diferencia de otros campeones, fallos arbitrales que sean sustanciales para el desenvolvimiento de los juegos finales). Brindo por UPCN, pero no con vino, porque quería que Chaco salga campeón por razones obvias, ¡je!
La Liga y el caso Bolívar:
Fue, sin lugar a dudas, el Torneo más importante en su corta historia. Se invirtieron decenas y decenas de millones de pesos, contratos millonarios y jugadores de primer nivel internacional (como Giba, Milinkovic, Dennis, Márquez, Suxho, Samica, Uriarte, Bengolea, Solé, Alexis González, Spajic, Guerra, Meana o Santucci, para nombrar algunos). Estadios colmados y varias aristas a analizar como por ejemplo que la sangre joven y el juego en equipo son garantía, como el caso de Puerto San Martín. Que jamás hay que dar nada por perdido, sino díganselo a Sarmiento de Chaco que luego de estar vencido 2 a 0 ante Boca (que con uno de los presupuestos más austeros sigue dando que hablar, en este caso, gracias a la gran Liga de Chirivino), revirtió la serie en un partido para el infarto en la Bombonerita. O que los nombres por sí solos no dan seguridad si no están complementados con una buena vibra en el ambiente. Dejó bien en claro también que desde el arranque nadie es campeón.
Bolívar ganó dos torneos esta temporada pero nunca enamoró, fue el que más ruido hizo con las contrataciones del mejor jugador del planeta de los últimos tiempos, Giba, el cubano Ángel Dennis y el talentoso armador estadounidense Donald Suxho. Esos tres nombres, sumados a Alexis González, Solé y Crer, daban para soñar. El equipo contó con una inversión que rondaba los $20.000.000 con un solo objetivo: Ser el campeón. Ningún otro resultado iba a ser aceptado, ni siquiera un subcampeonato reñido, con tremendo desembolso de capitales extranjeros no había lugar para otro fin. Sin embargo, cayó estrepitosamente en semifinales. Algunos no quieren usar la palabra fracaso temiéndole a la industria Bolívar, sabiendo que es hoy quien maneja el voley no sólo a nivel nacional, sino internacional por ser el principal inversor de la Selección, pero a decir verdad, con esos nombres, con Javier Weber de entrenador, con ese gasto y con el marco de público que siempre acompañó, a mi sólo se me ocurre recurrir a un eufemismo; Bolívar no cumplió con las expectativas.
De todas formas, les propongo hacer un ejercicio de memoria, recordemos que el conjunto más ganador en la historia de esta disciplina a nivel local ganó todo lo que jugó desde 2006 hasta 2010 (incluyendo 4 Ligas consecutivas). Sí, lo sé, antes hubo un bicampeonato con Castellani y Firpo como estandartes. Hoy, aparentemente, hay un tire y afloje que ponen en duda su continuidad. En 2011 llegó al cuarto puesto en el Mundial de Clubes tras haber obtenido el Sudamericano del mismo año. En 2006 llegó Weber con un proyecto ambicioso, conseguir todo. Para eso contrató a dos brasileros: William y Wallace. Y aquí quiero hacer una mención especial, no porque esté enamorado de este sujeto, sino debido a que realmente así lo veo. Si hay que armar un esquema vertical que represente el éxito de Bolívar en el voley sería algo así: Tinelli –> Weber –> William. Listo, no hay nada que discutir. William lo sacó campeón, literalmente, 4 veces consecutivas, potenció a sus jugadores hizo “rico” a sus atacantes que seguramente en otros clubes hubiesen sido uno más del montón, los hizo figuras, nos hizo creer que eran buenos, cuando en verdad el único bueno y superlativo era él. Qué casualidad que Bolívar no sale campeón desde que William no arma más, ¿no? Cuando se habla del ciclo exitoso de Bolívar me parece una injusticia no hacer referencia directa a este esquema y sobre todo a este levantador.
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Una Liga más se fue, sólo nos queda esperar a que a partir de octubre vuelva a pasar la pelota de un lado a otro por sobre la red, por hoy recurro a alimentar mi abstinencia con videos y escribiendo detrás de una pantalla, pero ya lo sabemos, no queramos ser más protagonistas que los propios protagonistas.
Algunos coincidirán con esto que escribo, otros no, a esos les pido, por favor, que me lo hagan saber. Tal vez me estaré perdiendo de algo que, con toda sinceridad, no puedo llegar a ver.