La búsqueda del maestro no es un tema menor, ni sencillo.
Difícilmente encontremos a alguien que pueda decir: “Me gustaría ser como fulano”, y que esa frase no esté impregnada, entre otras, de alguna de estas variables:
- La idolatría (fulano es estrella de rock, futbolista, multimillonario).
- Los estereotipos (fulano es “lindo”).
- La moda y el consumo (fulano está en todas las tapas de las revistas, fulano es el personaje del momento).
- Lo políticamente correcto (fulano es un líder solidario o pelea contra las corporaciones).
Los jóvenes, a medida que se van emancipando y dejan de idealizar a sus padres, necesitan comenzar la búsqueda de referentes. Esto, que en la psicología evolutiva es una cuestión evidente, también tiene fortaleza en el crecimiento y en la maduración espiritual de un adulto. En ese plano, se puede ser grande sin haber crecido. Se puede haber alcanzado una edad importante y continuar con muchísimos temas irresueltos.
Incluso, podríamos decir que la inmadurez espiritual es uno de los signos de este tiempo. Somos muy sofisticados y logramos, como humanidad, avances impensados en los más diversos campos del conocimiento.
Sin embargo, no logramos madurar o resolver determinadas crisis existenciales.
Un ejemplo muy sencillo y muy profundo a la vez: la idea de D-s. No vamos a hacer teología en estas páginas.
Simplemente, vamos a analizar el hecho a que, desde pequeños, nos inculcan una representación física de D-s. Es simbólica, un elemento didáctico. Cuando tenemos cinco años, no podemos abstraer a D-s de manera conceptual. Entonces, cuando nos hablan de Él nos figuran (y nos comenzamos a figurar) un señor con barba blanca, ubicado sobre una nube en pleno cielo, capaz de ver todo lo que hace cada uno de los seres humanos en cada momento de su vida, que aporta premios a los que se portan bien y castigos a los que se portan mal. Para esa edad, es una idea
excelente, una didáctica antropomórfica para resolver un problema práctico. Sin embargo, no son pocas las personas que vivieron cinco décadas que terminan por descartar a D-s de sus vidas, sólo porque no pueden concebir, desde una sensatez mínima, que hay un tipo con barba en el cielo con un control remoto desde el cual mira, imparte castigos y reparte premios.
¿Qué ocurrió en el medio? ¿Qué pasó con esa persona, que no logró hacer un estadio evolutivo de D-s en todos esos años? A los cinco, resultaba una idea funcional para ese momento específico. ¿Pero por qué no hubo una nueva representación a los diez, otra a los veinte, otra a los treinta y otra a los cuarenta? El esquema de sustituciones falla. Queda instalado en el mundo adulto una imagen creada para el de los niños. Entonces, los adultos optan por la cancelación. Como no puede ser un tipo con barba en el cielo, entonces no es.
Con la cábala, el pensamiento es similar. Quien se quiere vincular necesita entender que el maestro, los símbolos, los textos y los recursos son medios, no fines. La búsqueda siempre está abierta y el motor es ser buscador: no el medio, no el artefacto, no la materia, no el símbolo. El secreto es que la recepción, para que funcione como tal, no requiera intermediación. Esto va en contra del concepto habitual de las religiones formales, que establecen siempre un intermediario, un punto de administración de poder. La mística, en cambio, lo cancela.