Por: Nicolás Gilardi
Más allá del juego y de las contingencias del entorno, se puede decir con certeza que Boca estuvo a la altura de la historia y jugó el Superclásico con la actitud necesaria, inflando el pecho, sin achicarse, ganando las pelotas divididas y llevándose por delante al rival a fuerza de empuje, sobre todo en el segundo tiempo.
El gol tempranero del otro equipo -un desacople de los tantos a los que ya estamos acostumbrados- no desordenó al equipo, que con paciencia, aunque sin precisión, pudo escalar posiciones hasta llegar al empate. En el medio, y siempre hablando del primer tiempo, hubo 10 minutos en los que el rival sacó provechó de nuestras fallas defensivas, pero pifió a la hora de definir. Los laterales tuvieron algunas dificultades para controlar a Iturbe, pero Ramón nos hizo el favor de sacarlo en el segundo tiempo y ellos -en esa etapa- casi no pasaron la mitad de la cancha.
Bien Erviti -hasta que le dio el cuero- y Sánchez Miño, los más prolijos para manejar el balón dentro de un trámite con mucha fricción y lucha. Bien Silva para definir en la única que tuvo. Bien Bravo para meter como ameritaba el partido, aunque le faltó conectarse en el juego.
No es un dato menor que lo mejor de Boca llegó cuando teníamos en cancha a siete jugadores surgidos de inferiores, algo pocas veces visto. Con garra y corazón arrinconamos a un rival que en el complemento jugó en su campo y no volvió a inquietar. Los distintos parates, por las bengalas y la pirotecnia, nos terminaron jugando en contra, porque nos enfriaron cuando la cancha estaba inclinada.
Bianchi y Ramón son dos hábiles declarantes. El primero con más sutileza, pero marcando bien que Boca juega la Copa y su rival de ayer no, y también dando cuenta que un equipo que supuestamente pelea el torneo debe salir a buscar los tres puntos. Del otro lado, bien Ramón, haciendo hincapié en el supuesto “festejo del empate” (los que estuvimos en la cancha sabemos bien que no era por eso la alegría). Con sus dichos logró que nadie le pregunte porque sus jugadores se metieron atrás, o porque sacó a Iturbe. Pícaro el riojano, alimentó el folcklore.
Pasado el superclásico, la mente ahora esta puesta en Brasil. Con Román otra vez en cancha. Nos vemos la próxima, felicidades.