Por: Nicolás Gilardi
Tras la dura derrota ante All Boys, que bien pudo ser una goleada histórica, ya podemos hacer un balance de lo que fue el año futbolístico. Hay posibilidades matemáticas de seguir peleando. Sí, las hay. Pero no hay argumentos futbolísticos ni anímicos para mantener esa esperanza que aún arroja la calculadora.
Primero el partido. Riquelme había arrancado enchufado, manejando el equipo, tocando de primera y arrinconando al rival contra el arco de Cambiasso. Sin embargo, otra maldita lesión lo dejó afuera en menos de 15 minutos y a partir de ese momento el equipo fue una sombra. Sabemos la influencia de Román en el equipo, pero, ¿su salida implica necesariamente que todos los demás no puedan jugar? Paredes, que sería el reemplazante natural, estuvo otra vez lejos de cumplir ese rol. Tocando para atrás, sin encarar y sin mostrarse, su papel fue intrascendente. Si a eso sumamos el flojo nivel que el domingo tuvieron los otros tres volantes -Méndez, Ledesma y Erbes-, la generación de juego no existía. Muchos pensamos en que el cambio de Riquelme era por Gago. Seguramente Bianchi consideró que el volante de la Selección no estaba para todo el partido. Cuando ingresó, levantó un poco al equipo, pero la falta de interlocutores lo hizo caer en un notorio fastidio.
Atrás, más de lo mismo. Los centrales no coordinaban la salida ni marcaban con solvencia a los delanteros rivales. En las bandas, Zárate no levanta y Caruzzo no desentonó, pero claramente el ida y vuelta lo mata y en el último tramo del partido ya no tenía piernas. Maxi Núñez y Colazo lo volvieron loco. Tenían vía libre. Pero, a favor de Caruzzo. ¿Qué volante marcaba la escalada de Colazo? Ninguno.
El fútbol es estado de ánimo. Uno se acostumbra tanto a ganar como a perder. Este equipo fue frágil desde lo anímico y nunca confió en si mismo. Cuando salió Riquelme y cuando hizo el gol Battión faltaba mucho para el final. Sin embargo, la sensación en la cancha era que se trataban de golpes de nocaut, de trompadas de Tyson, de esas que no te permiten levantarte de la lona.
Párrafo aparte para los hinchas. Conmovedor lo del domingo, alentando sin parar a un equipo que no brindaba respuestas desde el verde césped.
En cuanto al balance, el torneo local en el primer semestre fue un rotundo fracaso. El lamentable andar futbolístico del Final se vio matizado por la Copa, donde estuvimos cerca. Dejamos afuera al campeón Corinthians y estuvimos a un penal de hacer lo propio con Newell’s. De pasar esa llave, seguramente nos esperaba la final. Pero la historia no se escribe con los “tal vez”. Lo cierto es que el año fue malo. Los dirigentes y el cuerpo técnico tendrán que apuntar a dos refuerzos de jerarquía y a recuperar 100% en lo físico y en lo anímico al plantel. Creo que las incorporaciones deben estar en la defensa. Un central y un lateral de buen nivel. Nada de experimentos.
Las lesiones fueron otro factor que atentaron contra el buen funcionamiento. Bianchi terminó improvisando volantes como defensores y casi no pudo contar con Gago y Riquelme para jugar juntos. El mejor acierto tal vez haya sido encontrar al goleador del equipo. Gigliotti se consolidó como 9. Pese a todo esto, y gracias a la irregularidad de este torneo tan raro, contamos en cada fecha con la chance de pelear el torneo. Incluso ahora. Sin embargo, como dijo el “Virrey”, “el enemigo de Boca es Boca”.
El objetivo ahora es terminar este torneo los más dignamente posible. Hasta la próxima.