Cualquier trasposición fílmica que parta o se inspire en un texto literario consagrado, enfrenta la enorme dificultad, el desafío de poder representar en imágenes todo el esplendor y el universo que inventa la palabra literaria. Si, además, ese texto de origen, sea una novela o un cuento o una serie de ellos, inaugura un mundo a partir de una mirada, de una perspectiva novedosa, que desde el humor hace estallar las convenciones, lo predecible, para trasladarnos a una (i)lógica fantástica, surrealista o absurda, que introduce al lector en esa magia cotidiana de la que hablaba Breton, la empresa cinematográfica se convierte casi en un imposible, en una aventura digna de un cronopio.
Julio Ludueña debía saberlo cuando se propuso hacer una película sobre Historias de cronopios y famas, libro entrañable y emblemático de Julio Cortázar, publicado originalmente en 1962. El resultado de seis años de trabajo de diez artistas a cargo de los dibujos y de un equipo de animadores conducidos por Ludueña, pudo verse en Buenos Aires, a finales de agosto, en coincidencia con el centenario del nacimiento de Cortázar y, en Rosario, en una única función, el pasado jueves 23 de octubre, en el cine público El Cairo.
Del libro se ha hablado y escrito mucho, muchísimo, y tanto de algunos de los 64 relatos breves en particular, como de la sección final, aquella que “sistematiza” y describe el pensamiento, las conductas y creencias de esos tres tipos de seres clasificados por Cortázar: los cronopios, los famas y los pardos esperanzas. De esa división tripartita, los más beneficiados han sido los poéticos, alegres y despreocupados cronopios, seres verdaderamente marginales y asépticos políticamente, que con su ingenuidad y pureza consiguen estrangular lo acartonado, las normas y la rutina. A los famas les cabe el despreciable lugar del conservadurismo y la reproducción de un orden burgués basado en el egoísmo y la utilidad. El primero de los 10 cortos animados del filme comienza presentándonos a estos sujetos viles, a partir del texto “Fama y eucalipto”, acompañado de una hermosa y escalofriante canción compuesta por Ezequiel Ludueña. Ya este inicio demanda del espectador un pacto, la aceptación de que se apresta a contemplar un filme que escapa, al igual que el libro, a las convenciones del realismo.
La libertad creativa, los diferencia entre los lenguajes de la literatura, del dibujo y de la animación, además del enfoque y la interpretación, junto a los recursos técnicos con que cada dibujante y los animadores convierten en imágenes y sonidos a la historia, producen relatos nuevos, diferentes, que guardan una relación no siempre respetuosa del original y de la intención que puede suponerse que tuvo Cortázar. El que evidencia de modo más concreto esta separación entre el posible espíritu del relato que lo inspira y el relato animado, es el realizado por Daniel Santoro a partir de “Comercio”. En él, la ideología política y el proyecto estético de Santoro asocian la iconografía peronista a los cronopios (los cronopios son los descamisados y viajan repartiendo mangueras a los niños en un avión Pulqui) mientras que ubican en el lugar de los famas a las caricaturas de Borges, Silvina Ocampo y una víbora con la cabeza del Tío Sam.
Los textos de Historias de cronopios y famas que se recrean en la película son, además de los dos mencionados: “Lo particular y lo universal” (que en el personaje de la cronopia hace un culto a la inocencia de estos seres), “Pequeña historia tendiente a…” (visualmente exquisito, aunque sobrecargado y alienante), “Inconvenientes en los servicios públicos” (impactante), “Las líneas de la mano”, “Propiedades de un sillón” (definitivamente, mi favorito y el que considero más logrado), “Conservación de los recuerdos”, “La cucharada estrecha” y “Tema para un tapiz” (con dibujos de una belleza desoladora).
Desde la butaca, en el cómodo lugar del espectador que ha leído el libro, de corrido y también salteado, lo ideal es entregarse al disfrute, dejarse llevar por una propuesta diferente sobre los modos de acceder al libro. Es decir, y cumpliendo con el manifiesto que abre el Manual de instrucciones de Historias…, llevar adelante, desde otro lugar “La tarea de ablandar el ladrillo todos los días… de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo… de negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria…”
De cualquier modo, es encomiable contar con esta película, con estos cortos en los que puede encontrarse, desde múltiples lecturas, otras formas de abordar y representar los textos de Cortázar. Y, también, disfrutar de verla rodeado de cronopios, a sala llena, con cronopias y cronopios alrededor y jugando a descubrir quiénes son los famas: los pocos que se escapan del cine cuando no pueden respetar y disfrutar de cómo otros artistas y animadores leyeron e interpretaron algunos relatos de Historias de cronopios y famas. O quizá tenían cosas más importantes que hacer, vaya uno a saber, no es cosa de andar juzgando.