Yo no creo en la mentira, por suerte. El tema es que uno se encuentra muchas veces frente al mentiroso. Escucha lo que dice y tiene que hacer creer que le cree. Actuar de algún modo, como para evitar cualquier encono innecesario de quien se compromete con el relato falso. Es decir, el mentiroso.
De ahí que uno se encuentra muchas veces en la disyuntiva de hacerse el boludo o frenarlo un poco. Porque si mira para el otro lado, convalida la mentira. Pero si quiere frenarlo se entromete en incómodos contrapuntos que hacen complicada la conversación.
Así que muchos, entre los que me incluyo, optamos ciertas veces por la más fácil. La de acompañar al mentiroso en su esfuerzo por hacernos creer su mentira. Se trata de un acompañamiento silencioso que convalida, que le da ánimo para permitirle que nos embarulle y despliegue el más pretencioso de sus relatos. Continuar leyendo