Yo creo que es bueno dudar.
Hay que dudar.
Bueno, en realidad no es que haya que dudar. O haya que hacer tal o cual cosa. Eso por supuesto que no. A nadie se le puede decir qué es lo que tiene que hacer.
Nadie mejor que uno para descubrirlo. Para darse cuenta qué es lo que decide hacer. O lo que prefiere evitar.
Etcétera.
Pero pasa también que a veces uno se compenetra y comparte la convicción.
Dice, hay que dudar.
Y luego se da cuenta de lo fallido que estuvo. El problema que le ocasionó la convicción desmedida y el ímpetu abusivo. Movilizado por buenas intenciones aunque tenga un espíritu errático.
Pero ocurre que en la duda está la posibilidad de pensar. De evaluar alternativas y adentrarse en la información, para elucidar caminos y tomar decisiones convenientes. Continuar leyendo