Por: Alejandro Rosenfeld
Tras un par de semanas fuera del país, tuve la oportunidad de presenciar, por segunda ocasión en mi vida, un partido de la NBA. La cita era en Orlando, entre el Magic y los Detroit Pistons. Ya de antemano, el juego no daba mucha expectativa en lo deportivo. Lo que la superó por completo fue la parte extradeportiva. Para aquellos que nunca fueron a un partido de la NBA, pasen, vean y vayan comprando los tickets. ¡Imperdible!
Comencemos por la previa, lo que uno podía esperar de un partido entre dos equipos -Magic y Pistons- que no apuntan a nada y que deambulan por los últimos puestos de la débil conferencia Este. Mi experiencia previa había sido haber visto a los Cavaliers de LeBron James del 2009 (mejor equipo de la NBA en temporada regular) ante unos pobres Bobcats. Entonces, deportivamente hablando, mi expectativa era nula, cero. Desde el lado periodístico, se podría decir que lo más destacado del juego era ver el crecimiento de Andre Drummond, el joven pivot de los Pistons, y el de Victor Oladipo, escolta de los Magic, a quienes algunos el año pasado comparaban con un tal Michael Jordan. Drummond cumplió, Oladipo a medias y los Pistons despedazaron a Orlando con una noche de ensueño para el base Jodie Meeks, autor de ¡9 triples!. Impresionante.
Ahora bien, quitando la parte deportiva, ir a presenciar un partido de la NBA es un show asegurado. Es una fiesta de 2 horas y media que puede entretener hasta al menos fanático del básquetbol.
Antes de entrar al sector de asientos, hay muchísimo para recorrer y visitar. Comencemos…
Al ingresar al Amway Center, uno no se encuentra con un estadio. Se encuentra con un Centro Comercial, un Shopping. Literamente. Hay tiendas deportivas del Magic, restaurantes, zonas de entretenimiento para los más chicos, bares temáticos, sectores VIP. Para el que nunca fue a un partido NBA, recomiendo ir un par de horas antes para poder recorrer estas estructuras gigantes que albergan los estadios deportivos.
Jugar al básquet en aros pequeños, pintarse la cara con los colores del equipo local, hasta jugar a los videojuegos o tomarse un trago. Todo eso y mucho más se puede hacer en los anillos que rodean los accesos a la cancha en sí. Comida por doquiér, y tiendas del Magic en cada rincón libre del edificio.
Una vez comprada la comida, la ropa, los souvenirs para la familia y el dedo gigante que indica que uno automáticamente se convirtió en el fan N°1 del Magic, ahí sí se dispone a sentarse para ver el espectáculo deportivo. Ojo, no importa si el partido ya comenzó. Para nada. Acá lo importante es pasarla bien, disfrutar recorriendo el estadio, comer y tomar (se vende cerveza, y en cantidades) mucho, y luego ver el partido. En ese orden.
Al iniciar el partido, comienza el show propiamente dicho. Tal vez para aquellos que solemos ver los partidos por televisión, nos resulta un poco tedioso la cantidad de tiempos muertos solicitados por los entrenadores y por la propia NBA. En vivo, es todo lo contrario: uno espera ansioso el momento de que se pare el juego (ya en un rol totalmente secundario y poca importancia para el espectador, al menos en este tipo de partidos entre equipos de nivel mediocre).
Ingresa la mascota del Magic, Stuff, y se escucha la primera ovación (la única, diría) de la noche. Comienza a saltar, a recorrer toda la cancha mientras los jugadores escuchan atentamente (si es que el ruido se los permite) las órdenes del entrenador. Mientras tanto, Stuff agarra una bazooka (sí, leyó bien, una bazooka) y empieza a lanzar camisetas a las tribunas. La gente (poca, la verdad), se aglomera donde calcula que llegarán los preciados regalos.
Vuelven los jugadores, la gente guarda silencio, a la expectativa de un nuevo tiempo muerto. 3 minutos después, se cumplen sus deseos. Ahora no es el turno de Stuff, sino de las Magic Dancers, las bailarinas del equipo. No soy muy experto en este tipo de artes, claramente, pero por los comentarios y aplausos, parece que son muy buenas (y bonitas, claro está) en lo que hacen: coreografías de temas con ritmos movedizos que hacen despegar del asiento hasta al más gruñón. Así pasan los minutos y la gente, siguiendo la letra que aparece en las pantallas gigantes del estadio, se divierte cantando y bailando. Hasta que vuelve el partido. Parece irrisorio e irreal, pero es cierto. El público quiere ver más espectáculo que a sus propios jugadores.
Llega el entretiempo: 20 minutos seguidos para que la organización se luzca con espectáculos a medida. Coreografías, sorteos, concursos donde participa la gente y lo más importante: tiempo para comer y tomar. Que quede claro: la gran mayoría de los partidos NBA comienzan a las 19 hs. Justo en la hora de comer americana. Restaurantes y bares (hay uno gigante llamado Ozone con una vista increíble de todo el estadio) se llenan de gente, ávida de devorar algunos de los combos típicos estadounidenses. Hot dogs, burgers, megaburgers, hipermegaburgers, los hay de todos los tamaños.
Cuando uno vuelve a su asiento (y lo digo por experiencia propia) ya se terminó perdiendo la mitad del tercer cuarto. No importa, la panza lo agradece.
Justo terminando de comer unos ricos nachos con queso, empieza el show de la “KissCam”, la famosa cámara de los besos que por estos días es furor. Es sencillo: si aparecés con tu pareja en las pantallas gigantes del estadio, es hora de darse un beso.
Para ese entonces, el partido ya está terminando, con una paliza de los Pistons al Magic, pero qué importancia tiene eso. Si el espectáculo de ver un partido de la NBA es justamente lo contrario. Lo que pasa dentro de la cancha, lo veo todos los días por televisión. Lo que realmente uno disfruta, es lo de afuera. Y vaya que lo hice.
Si tienen la oportunidad de ir a los Estados Unidos, no pueden perderse la chance de ir a ver un espectáculo, un show con todas las letras como es el de un partido NBA. Ya me lo van a agradecer…