Por: Joaquin Múgica Diaz
El de pelo blanco que supo manejar armas es el estratega perfecto para conducir al Diablo a su casa de Primera. El tipo de los cuernos y el tridente prendido fuego prefiere salir los domingos a la cancha, en vez de tener que trabajar los sábados a la tarde en la hierba del Ascenso.
La felicidad no se compra ni se vende pero se consigue cuando parece que no llegará nunca más. Y eso le pasó a Independiente en el principio de este semestre, donde entendió que Dios le estaba jugando una mala pasada, después de tanto sufrimiento en la histérica, pero añorada, Primera División. #ParemosLaPelota como lo hizo Omar De Felippe apenas puso un pie en Avellaneda.
El año se consumió con lágrimas en los ojos por el dolor del descenso pero terminó con la alegría, incomparable para el hincha de Independiente, que implica saber que el regreso está más cerca. De Felippe llegó para quedarse y sacó del cajón el mismo libreto que había utilizado para ascender a Olimpo y Quilmes.
El equipo por sobre los nombres, el armado de atrás hacia delante, la confianza mayor que la presión y el empate antes que la derrota. Un manual que, a simple vista, parece sencillo de aplicar pero que no todos pueden seguirlo. Una guía clave para darle vida a un conjunto de jugadores que deambulaba por la cancha, perdido entre los insultos y la desazón de ya no ser.
Independiente necesita refundarse para poder volver y ser el que algún momento fue. Tiene que aprender de las fallas del pasado reciente, del desorden institucional y económico que generó Comparada, y de la falta de experiencia de Cantero para dirigir un club de fútbol. Porque la buena voluntad no alcanzó y el “Rojo” se fue a la B por una caravana de errores indisimulables.
De Felippe ofició de maestro en Villa Domínico y les contó a sus jugadores como se pelean los partidos en el Nacional B. Se ganan en la segunda rueda, se luchan en la mitad de campo, se obtienen triunfos con la convicción de que el rival no es inferior porque la camiseta tiene menos historia. Pasos firmes, con más convencimiento que audacia, con menos dudas que temores.
El Diablo tocó el cielo con las manos en la final de la primera mitad del torneo. Se sentó en el tercer lugar de la tabla para poder brindar tranquilo en las fiestas y hacer un balance del año que se va. Después de una docena de meses donde se mezclaron el sufrimiento, el alivio y la alegría, Independiente terminó en zona de ascenso.
El 2014 será el año más esperado para el hincha del “Rojo”. Aunque apenas hayan pasado seis meses del descenso, el dolor futbolero se volvió indescriptible y la necesidad de jugar en la Primera se volvió una necesidad imperiosa. De Felippe prometió esbozar una sonrisa cuando logre el ascenso. El enviado de Satanás tiene un camino largo por delante y debe aprender a esperar para poder regresar a su lugar de origen. Aunque en el presente disfruta del cielo, ya avisó que no se quedará a vivir ahí.