Por: Joaquin Múgica Diaz
Daniel Angelici resolvió el presente de Boca en 24 horas. Se manejó, como hasta ahora, con la duda como aliada. Dilató la salida de Carlos Bianchi hasta que lo único que escuchó del otro lado del teléfono fueron presiones y amenazas de renuncias. La comisión directiva lo obligó a despedir al técnico más ganador de la historia del club y a encontrar un nuevo perfil para el reemplazante.
El “Tano” tardó poco tiempo en llorar la partida de Bianchi. El mismo día que le abrió la puerta de Casa Amarrilla para que se vaya, con valijas incluidas, se sentó frente a Rodolfo Arruabarrena, y le dijo que quería que fuera el nuevo entrenador. El “Vasco” arregló de palabra y, un día después, firmó su contrato, dirigió su primera práctica, y fue presentado en conferencia de prensa para que el “Virrey” lo pueda ver por cualquier canal de televisión.
El presidente de Boca apostó un enorme porcentaje de su caudal electoral. Puso en juego, con una decisión de enorme peso político, su intención de voto de cara a las elecciones del próximo año. Jugó todas sus fichas a un hombre de la cantera del club con pasado glorioso y, apenas 48 horas después, el “Vasco” le respondió con un triunfo y un equipo diametralmente opuesto al que jugó frente a Estudiantes de La Plata.
Arruabarrena logró que Boca tuviera precisión, orden, presión, contundencia y ritmo. Pero, lo más importante para el presidente, logró que los hinchas y los medios dejaran atrás la expulsión de Bianchi y hablaran, muy sorprendidos, de su nuevo equipo. Una noticia que tapa a la otra. El triunfo ante Vélez en la Bombonera lo obligó a sonreír como un jugador que acaba de pegarle al número de la ruleta.
Los presentes en La Boca no podían creer lo que estaban viendo. Un equipo al que le corría sangre por el cuerpo y buscaba dar vuelta la historia de un 2014 muy opaco. El hincha de fútbol sobrevive a las malarias institucionales, los fracasos deportivos y las equivocaciones dirigenciales. Y también puede vivir sin los ídolos. Los hinchas mostraron en la Bombonera que Bianchi y Riquelme son parte de un pasado feliz que se puede ver en fotos y videos. No los recordaron en masa. Necesitaban una dosis de actualidad positiva para calmar el malhumor y la decepción.
El flamante entrenador “xeneize” arribó al club con una idea táctica clara y la elección de los nombres para representarla, en un momento de urgencia como el que vivió el último domingo. “No se pueden haber olvidado de jugar”, les dijo a sus jugadores en el vestuario antes de que le ganaran a Vélez. Los motivó a ellos y a los dirigentes, que pusieron la cara frente a las cámaras cuando decidieron terminar con la vida de Bianchi en el club, y que estaban expuestos a la crítica de un estadio que habla cuando se queda sin paciencia.
Boca sólo rindió un examen el último fin de semana. Pasó una evaluación difícil ante el puntero del campeonato, después de quedar sin técnico y con los ojos del mundo deportivo puesto sobre los jugadores de azul y amarillo. Debe repetir para poder mantener. Es lo más difícil, como había dicho Bianchi el día que llegó. Repetir es lo más duro que debe afrontar un equipo que tiene como meta jugar bien y ganar. Lograr que el esquema y la idea se unifiquen en la cancha y sean permanentes. Volver a ganar después de ganar.
Arruabarrena empezó un nuevo ciclo en Boca. Uno que, si lo puede lograr y demostrar, no será de transición a ningún otro técnico. El “Vasco” ha mostrado en Tigre y Nacional, sus anteriores equipos, que tiene capacidad para lograr objetivos y liderar grupos. En el club de la Ribera tiene material y una dirigencia que lo respalda. Daniel Angelici se quedó sin fichas en el bolsillo y sabe que el ex lateral multicampeón es uno de los dueños de su futuro electoral. Si su estadía es un fracaso, los hinchas ya tienen apuntado al culpable.