El impuesto que no puede existir

#SíLogo

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Jorge Luis Borges.

Cada uno podrá tener su opinión sobre la política impositiva que le vendría bien al país. Yo defiendo impuestos progresivos, y que el estado se enfoque en reducir la evasión y la economía en negro antes que en aumentar la presión fiscal sobre las empresas que ya pagan su parte.

Pero hay un impuesto que nadie, en su sano juicio, puede defender: un arancel de 50% para la importación de libros.

La Secretaría de Comercio ya había intentado imponer el arancel en Abril pasado bajo la inverosímil excusa del contenido excesivo de plomo en la tinta. Cuando el tema tomó estado público y los consumidores se quejaron, Moreno dió marcha atrás.

Ahora veo que sólo fue una estrategia para aquietar las aguas y volver a la carga en un mejor memomento. Hace unos días, en lugar de recibir directo el pedido de Amazon como tantas veces antes, a mi casa llegó esta nota:

La foto

Fui al correo central de Rosario y me enteré que desde el 13 de junio una resolución de la AFIP pide a las aduanas volver a cobrar el 50% de arancel para libros importados. O sea, lo mismo que vale para cualquier equipo electrónico.

Protesté un rato, dí mis argumentos – que dicho sea de paso eran compartidos por el empleado aduanero, que me daba la razón – pero cuando entendí que no iba a haber forma pagué y me llevé los libros. Me fuí con más tristeza que enojo. Más allá de mi caso – los libros eran ocho, cuatro de ficción y cuatro técnicos para mi trabajo – pensaba en el mensaje que estamos dando. Ningún país que piensa en el desarrollo puede poner barreras o fricción al acceso a los libros, sean nacionales o importados.

El problema es más grave en el caso de libros técnicos y científicos. La gran mayoría del conocimiento sobre el estado del arte está en publicaciones en inglés, y en Argentina sólo se consiguen pidiéndolas por Amazon o similares. Esto vale para cualquier disciplina especializada, ni que hablar para investigadores o académicos.

Es una muestra más de la contradicción en que vivimos. Por un lado se trata de repatriar científicos e invertir más en educación, y por el otro se frenan los libros en la aduana. La mala praxis en la gestión de gobierno hace que muchas buenas intenciones se queden sólo en eso.

Espero que si el tema se vuelve público con la ayuda de las redes sociales – ¿me ayudan en eso? – la renovada presión de lectores pueda frenar esta medida ilógica, de una vez y para siempre.