Por: Miriam Molero
No digo que sea como el caso John Banville/Benjamin Black. Eso sería ponerle un collar de cemento. Pero hay algo de esa clase de desdoblamiento a lo Dr. Jekyll y Mr. Hyde en Florencia Etcheves.
Leí sus dos novelas. La primera, “La virgen en tus ojos”. La segunda (recién editada), “La hija del campeón”. Ambas de Editorial Planeta.
El punto es que cuando uno lee las novelas se encuentra con dos escritores. Por un lado, vamos a ponerle, la doctora Florencia Jekyll; por otro, la señora Florencia Hyde.
Ustedes saben, Dr Jekyll es el médico, un hombre respetable de la sociedad, un señor decente, educado, aburrido. Mr. Hyde es su alter ego, un tipo salvaje, un sociópata, un seductor, una personalidad magnética. Tengamos especialmente presente la versión cinematográfica protagonizada por John Malkovich.
La doctora Florencia Jekyll es profesional, correcta, de un estilo parejo y sostenido, con tono neutro al estilo de las ediciones centroamericanas o las traducciones neutras mexicanas. La señora Florencia Hyde es más sanguínea, atropellada por momentos, persistente en cierta repetición de palabras y conceptos pero a la vez vibra porque tiene calle, tiene kilometraje, sabe de lo que habla.
O sea que vamos de una escritura totalmente profesional y plana a una escritura totalmente emocional y atrapante. Vamos y venimos.
En “La Virgen en tus ojos” la doctora Florencia Jekyll escribe los capítulos en bastardilla. La señora Hyde, el resto, afortunadamente, la mayor parte de la novela.
En “La hija del campeón” la cosa se complica. La señora Hyde escribe la primera parte, te engancha en una historia que inmediatamente reconocemos como la de Monzón, pero en la segunda parte comienza otra novela escrita de pe a pa por la doctora, que bien podría haber sido publicada por separado. Hacia el final de esa novela reaparece afortunadamente la señora Hyde, con sus santos y señas y su escritura viva.
Va de nuevo la explicación pero con más detalle de la historia.
“La hija del campeón” arranca con el episodio del boxeador, su mujer, el balcón, el ciruja, y una nena de cinco años, hija de la pareja, que se ha escondido durante el asesinato. Quien la encuentra es Juánez, el policía de “La virgen en tus ojos”, que también está a cargo de este crimen. El caso se resuelve y se cierra (tal como sucedió en la historia real). La segunda parte continúa veinte años después. La nena ahora es una mujer que vive otra vida en Miami hasta que una serie de asesinatos comienzan a producirse a su alrededor. Estos sucesos están comprendidos en un relato tradicional o standard de thriller, correcto, como de manual. Hacia el final de la novela, la chica, a quien la policía local no le está resolviendo esta cuestión de los asesinatos, recuerda a Juánez y le pide que viaje a Miami para ayudarla. En cuanto Juánez pisa Miami la escritura cambia, aparecen las alertas permanentes del policía (las siente en su cabeza), aparecen las repeticiones, aparecen ciertas citas culinarias, aparece la vida y vuelven las ganas de leer.
También puede afirmarse otra cosa.
A Juánez lo escribe la señora Florencia Hyde.
Me gusta Juánez. Me gusta mucho ese policía.
Me gusta Florencia Hyde y no me gusta tanto Florencia Jekyll. Así como no me gusta Benjamin Black y me encanta John Banville. Banville dice que lo que escribe como Benjamin Black jamás podría escribirlo como Banville, que no le vendrían esas palabras, que puede escribir policiales cuando se siente Benjamin Black. Algo así dice, palabras más, palabras menos. Tal vez y sólo tal vez Florencia podría escribir con seudónimo como el escritor inglés (un seudónimo público porque todos sabemos que él es los dos escritores) y así producir la serie Florencia Etcheves “Hyde” con Juánez como protagonista, y la serie Florencia Etcheves “Jekyll” de crímenes internacionales. Y todos contentos. Yo sería fan de la Hyde. Sin ninguna duda. Esperaría con ansias su pŕoxima novela.