Por: Miriam Molero
Qué suerte que le fue mal como barman, como empleado municipal, como mozo, como cadete en Harrods. Qué suerte que no le fue bien como periodista. Si en lugar de ser colaborador externo del Irish Times hubiera sido un redactor exitoso probablemente no le habría quedado tiempo para escribir Every Dead Thing o Todo lo que muere, la escalofriante novela que iniciaría la serie de policiales del detective Charlie Parker.
Aunque no sé…
John Connolly es un animal: publica una novela por año, y más. Porque a las historias de Charlie Parker -van trece y arrancó en 1999-, hay que sumarle:
1) Otras novelas igual de siniestras pero sin Charlie Parker,
2) Libros de relatos,
3) La serie de literatura juvenil,
4) Finalmente, otra colección que intuyo que es de ciencia ficción, escrita en colaboración con Jennifer Ridyard a quien Connolly define como socia no sé si en un sentido literal o retórico (o sea no sé si socia o así: “socia”).
Y además lee. No solamente lee sino que participa en una suerte de experimento de lectura y registración más comentario, proyecto que dice en su blog que piensa abandonar pero que, bueno, sabe que va a seguir leyendo y no puede garantizar que no vaya a listarlo y en muchos casos, hasta comentarlo. O sea, lo mismo pero sin la obligación de hacerlo.
La pregunta es: ¿por qué estoy tan interesada en John Connolly? Porque viene como invitado al BAN! (Buenos Aires Negra, el festival de novela policial) y el 31 de julio seré quien le haga una entrevista pública. No es la primera vez que Connolly visita Buenos Aires. De hecho, lo vi hace unos años en el Malba, cuando estuvo por el Filba en compañía de la periodista Mariana Enríquez.
Conozco lo que es Connolly arriba de un escenario y de verdad no sé por qué estoy trabajando tanto para esta entrevista -sí, lo sé- cuando soy consciente de que Connolly es una máquina de autogestión. Quiero decir: esa misma energía que tiene para escribir más de un novela por año, leer quichicientos mil libros, tener un blog, un programa de radio y andar de gira por el mundo, es la que hace que la periodista le diga “Good evening” y que él conteste: “Hablando de buenas noches, el otro día…” y que no pare durante cuarenta minutos, que fue más o menos lo que pasó aquella vez en el Malba. No conforme con esa suerte de stand-up con el que nos hizo reír muchísimo, una vez terminado el reportaje público Connolly se plantó en el pasillo del museo con una mesita improvisada donde colocó pilas de CDs grabados con la música que cita en las novelas de Charlie Parker y personalmente los fue regalando, uno por lector, a todo quien se acercara a comentar sus libros y su música. En realidad, a todo quien se acercara.
Sí, encima es muy macanudo.
Así que tengo clarísimo lo que me espera, sí; pero trabajo igual porque conozco una sola forma de hacer las cosas: bien.
A Charlie Parker lo sigo hace años aunque por supuesto no leí la serie completa. De aquí al 31 de julio leeré un par de títulos clave por su atipicidad dentro de la serie y me daré por hecha.
Pero, ¿el resto? El resto sigue siendo un montonazo así que me decido por descubrir la serie de Samuel Johnson a quien me imagino otra clase de dectective, uno que al menos no vea los fantasmas de su mujer y su hija asesinadas, y me encuentro con un encantador chico de doce años que -muy a lo Mark Twain- emprende unas aventuras de lo más graciosas y peligrosas contra el demonio.
Estoy a un paso de ofenderme por el hecho de que John Connolly sea capaz de hacer bien LO QUE SEA y de golpe entro en comunión con esas malvadas de las telenovelas que sueñan con destruir a la protagonista por ser tan dulce, tan linda, tan perfecta. ¡Es intolerable que exista este tipo de seres humanos!
Explico mejor.
Ahora resulta que Connolly no sólo tiene la habilidad de, en unas pocas líneas, destruir lo bello y lo bueno para volverlo siniestro y repugnante como en este ejemplo:
Sino que también es capaz de contar una historia infantil sin perder el registro, el pulso, la imaginación, la agudeza y la candidez de un chico que querrían llevarse a la casa hasta los adultos que lo último que quieren en la vida es ser padres.
The Gates (2009) o Las puertas del infierno es una novela juvenil excelente: por su protagonista, por el elenco de personajes, por la voz del narrador asimilada a la mente de un chico de doce años muy informado, por la acción, por la aventura, por el humor. Las puertas del infierno es perfecta. Y si no fuera porque me conviene seguir con otros materiales de la producción Connolly, me zambulliría en The Infernals (2011) y luego en The Creeps (2013).
La serie Charlie Parker se publica en la Argentina a través de Tusquets.
La serie Samuel Johnson a través de Ediciones B, pero me dicen en la editorial que está agotada.
En e-book está todo. En inglés y en castellano.
Nos vemos en el próximo Línea Maginot después de que me haya puesto en órbita con la colección The Chronicles of the Invaders que seguramente también ha de ser un producto per-fec-to.
Te odio, Connolly.