Por: Tatiana Schapiro
La llegada de Malena fue súper buscada y esperada, sin dudas es lo mejor que me pasó en la vida. Después de una larga búsqueda y de querer conocerla durante los 9 meses que estuvo en la panza llegó el momento de irnos a casa. El aprendizaje es mutuo y dura toda la vida…. Ellos aprenden a ser hijos y nosotras a ser mamás. Cambiar pañales, dormir poco, tratar de entenderles el llanto. Todo es nuevo. podemos haber leído libros o hablado con amigas, pero hay cosas para las que nadie nos preparó:
- Dar la teta no se parece en nada a las películas, ni ellos se prenden tan fácil, ni todas tenemos leche, ni siempre es placentero (es más duele mucho). Y cada vez que el bebe llora indefectiblemente tu marido va a decir “Tiene hambre”.
- Todos te dicen que no vas a dormir más, pero se olvidaron de avisarte que en los primeros meses no vas a comer, no te vas a bañar, depilarte es un lujo y la peluquería pasa a ser un lugar privativo al que para lograr ir tienen que alinearse los planetas.
- Aunque pierdas los kilos del embarazo tus jeans no te van a volver a entrar por un año porque el cuerpo necesita reacomodarse
- La conversación con una amiga que antes te llevaba 20 minutos ahora te lleva 2 hs por todas las veces que la interrumpis. Lo mismo pasa con una película, el tiempo promedio para ver un film es de 5hs.
- Nos podemos despedir de las carteras chicas, a partir de ahora vamos a vivir con mega bolsos.
- Salir de tu casa requiere un tiempo mínimo de 40 minutos de preparación, y cuando estés en el ascensor probablemente vuelvas porque se va a hacer caca a último momento.
- Un jean de bebe cuesta lo mismo que uno tuyo, a vos te dura 3 años y a ellos 3 semanas.
- Te vas a descubrir caminando en puntitas de pie a las 15hs para que no se despierte.
- Aprendés que el puerperio es un espanto y no entendes por qué pero lloras hasta cuando se termina el detergente
- El bailecito corporal que haces cuando tenés a tu bebe a upa se queda incorporado y lo repetís hasta en la parada del colectivo estando sola.
- Rapidamente empezás a sentir más amor por la niñera que por tu marido.
- Entendés que las siestas, que suponías eran por el descanso de los niños en realidad son por el descanso de los adultos, y rezas a todos los santos que conoces para que la criatura se duerma de una vez.
- Festejas una caca del bebe como si te hubieras ganado el Quini, aunque toda tu vida juraste que no ibas a ser de “esas madres”.
Menos mal que todo se compensa con esas personitas para las que nos vamos a descubrir inventando canciones imposibles de recordar ni reproducir apelando a una imaginación que desconocíamos tener. Aprendemos que dormir la siesta con ellos en nuestro pecho (aunque después se nos parta la espalda) es glorioso y de a poco fundamentalmente nos damos cuenta de que ya no somos las mismas y no vamos a volver a serlo nunca, porque algo en nosotras cambio para siempre.