Por: Mijal Orihuela
Mucho he leído en diversos medios sobre la muerte anunciada de la principal zona productiva de la Patagonia: el Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Me surge entonces la interrogante respecto de los posibles escenarios futuros, ¿tendremos un alto valle desértico, con acequias secas y chacras abandonadas?, ¿será un gran bosque de cigüeñas?, ¿construiremos casas donde antes habían árboles?, ¿nos dedicaremos a otra cosa?, ¿taparemos las acequias y abandonaremos nuestras fiestas tradicionales?, ¿plantaremos verduras y alfalfa?, ¿nos dedicaremos al turismo?
He empezado entonces a investigar sobre la economía regional, sobre la historia y actualidad del lugar donde me crié. ¿Por qué se lotean las chacras?, ¿por qué la producción frutícola no renta?, ¿puede toda la zona convertirse en petrolera?, ¿es posible vivir de otra cosa?, ¿qué tan nuestra es la identidad chacarera?, ¿podemos compatibilizar la identidad del último siglo con la del que se inicia?
Una primer lectura de diversos articulos periodisticos nos cuenta lo siguiente: en el último año la producción de 1 kg de fruta costó 32 centavos de dólar, sin embargo, los pequeños productores cobraron de 15 a 30 centavos de dólar la fruta con calidad de exportación y 25 centavos de peso la de menor calidad, utilizada por la industria juguera. Además de esto, la planificación es difícil, en tanto estos chacareros entregan sus productos sin saber cuánto los cobrarán. Los compradores son las grandes empresas, con estructuras adecuadas para su empaque, distribución y comercialización en el mercado nacional y mundial.
Sin embargo hay alternativas, por ejemplo, el Gobierno Nacional y la Federación Agraria acordaron limitar los registros de operaciones de exportación (ROE) a las corporaciones que no mejoren el precio que pagan a los pequeños productores de trigo, con el objetivo de que el productor reciba un monto similar al precio de exportación. Además, el Banco Nación otorgará beneficios crediticios a los productores de soja de menor embergadura.
Cada vez hay menos productores pequeños, lo cual genera un mix de dos cosas: un vaciamento de la industria (por ejemplo, con chacras que se lotean) y una mayor dependencia de las grandes corporaciones y las industrias integradas. Por otra parte, la industria frutícola genera 90.000 puestos de trabajo (entre los directos e indirectos) y un aprovechamiento de suelo fértil escazo en la estepa patagónica. ¿Por qué no se aplican entonces las estrategias desarrolladas para los productores de trigo y soja a los frutícolas? y ¿por qué ya no son usuales las cooperativas entre chacareros pequeños y medianos?
El trabajo mediante cooperativas, -que pueden ser privadas o mixtas-, no es sencillo de llevar a cabo, sin embargo, existen estudios como la Tesis del Geógrafo Gerardo Mario de Jong que plantean estrategias para hacerlo posible: además de un adecuado sistema crediticio, incoporar una vía de comercialización fuertemente regulada, mediante el montaje por parte del Estado Provincial de un galpón de empaje que preste el servicio sin fines de lucro, para facilitar la reconversión de la actividad frutícola asegurando la colocación de la fruta del pequeño productor (hasta 25 hectáreas). Existen también frigoríficos creados por el Estado Nacional que, con ciertas condiciones, pueden ser utilizados por los chacareros.
Si bien, se necesita además incorporar soluciones a la comercialización (exportación) en sí, estos dos casos nos dicen que existen alternativas al blanco/negro de seguir produciendo y comercializando en la forma tradicional o cambiar de actividad en forma rotunda. La diversidad económica es necesaria para garantizar el porvenir de cada región, sin embargo, gracias Alto Valle de Río Negro y Neuquén, Argentina es la principal exportadora de peras y una de las diez principales exportadoras de manzana, no debieramos dejarlo morir como centro frutícola, sino buscar soluciones a la problemática y actividades alternativas que sean compatibles con la chacarera.
Al igual que en el caso de los pueblos rurales de Buenos Aires como Carmen de Arecco, que atraviesan por momentos de tensión entre los procesos de expansión residencial desde la Región Metropolitana de Buenos Aires y su tradición agropecuaria, las localidades del Alto Valle y Neuquén necesitan generar un proceso de discusión colectiva en pos de planificar estratégicamente un horizonte acordado de crecimiento, de desarrollo económico y de ordenamiento urbano. Esto es un paso indispensable para lograr una economía local que brinde equidad de oportunidades a sus habitantes, permita a la región posicionarse competitivamente con una economía diversificada y proteja los aspectos deseables del estilo de vida local. Es necesario pensar entre todos el futuro deseable para nuestra región a fin de poder desarrollar las estrategias con las cuales hacerlo realidad, vivamos en el Alto Valle de Río Negro y Nequén, en Carmen de Arecco o en la Quebrada de Humahuaca.