Por: Tatiana Schapiro
Desde que nos embarazamos nuestra panza pasa a ser del pueblo, en primer lugar será la casita del bebe por las próximas 40 semanas, también será del papá que hizo su parte y se ganó el derecho y por ultimo del obstetra que nos cuida y nos martiriza con la balanza. Hasta acá estamos de acuerdo. Pero qué pasa con toda esa gente que quiere toquetearnos aunque le pongamos cara de espanto.
Ya sea que cuentes la feliz noticia antes o después del primer trimestre la panza tiene un imán para que madres, suegras, vecinas, peluqueras, tías, compañeras de trabajo, primas lejanas y cualquier desconocida la quiera acariciar.
El peor momento, son los primeros meses cuando todavía el bebé no asoma y los kilos que subiste están en cualquier parte menos en la panza ( y si están en la panza tienen forma de ravioles y no de bebé). Parecemos más lavarropas que embarazadas, pero la gente igual nos quiere toquetear a toda costa.
-Quiero saludar a Malenita.
-Espera a que nazca, por ahora estas saludando a mi ombligo.
Hay gente a la que no logré frenar y me llegó a levantar la remera, gesto que para ellos era de dulzura. O los peores, que te saludan a vos con un beso en la mejilla y al bebe con un beso en la panza. ¡En tu panza! ¿Qué soy la lámpara de Aladino para que me anden frotando?
OPINOLOGAS
La panza no es sólo objeto del toqueteo de todos, también es la depositaria de los comentarios de suegras que se consideran obstetras pero nunca estuvieron cerca de la facultad de medicina.
Algunas según la forma de la panza van a decir que es nena o varón. Aunque les jures y perjures lo que te dijo el ecografo ellas van a insistir con que la panza está en punta o que la panza es redonda o que la panza tiene forma de ovni y estarán convencidas de que puede ser que no se les vea el pitulin (comentario al margen si vuelvo a escuchar la palabra pitulin me van a volver las nauseas del primer trimestre). Tanto van a insistir que van a lograr hacerte dudar.
Están quienes opinan sobre el tamaño de la panza. Diga lo que diga tu medico, aunque les prometas que el tamaño está perfecto y les expliques lo que es la altura uterina, ellas van a insistir en que tu panza es muy grande o es demasiado chica y te van a alarmar preguntando si el bebé no se alimenta bien o anticipándote que con ese tamaño “te va a costar sacarlo”. Señora, es como el Quini, el bebé sale o sale, no se puede quedar a vivir ahí para siempre por más grande que sea.
La frase con la que se reciben de obstetras es cuando empiezan a decir que la panza está muy alta y que falta mucho o que la panza está muy baja y seguro nace hoy. Escuche cien veces “todavía te tiene que bajar la panza, vás a ver que te das cuenta”. En mi caso no bajó jamás, mi trabajo de parto empezó con la panza a la altura del decimo piso más o menos. La que se ocupo de bajarla fue la partera, así que si me quedaba esperando que baje mi beba iba a nacer en casa.
El peor comentario de todos, el que se lleva el premio a la suegra yegua es: “Yo durante mi embarazo aumenté 7 kilos nada más y no se me hinchaban las piernas” cuando nosotras ya venimos cargando con 13, parecemos elefantes gracias a la retención y todavía nos quedan meses por delante.
En conclusión la panza durante el embarazo, si bien es parte de nuestro cuerpo, también es un poquito de todos, van a tocar, van a opinar, le van a hablar, la van a fotografiar y nosotras nos la vamos a bancar, porque al final son los gajes del oficio que elegimos. La única opción posible que se me ocurre sería mudarnos a una isla lejana, pero en ese caso ¿quién nos ayudaría a cuidar a nuestros bebes cuando nos haga falta?