Por: Mijal Orihuela
En la era de la revolución industrial, cuando las ciudades crecen en forma exponencial y caótica, surgen los urbanistas, de función es más bien higienista. Uno de los elementos más utilizados por ellos para garantizar la salud de las personas en la ciudad, es la creación de grandes espacios verdes, donde haya sol, oxígeno y un lugar agradable para caminar. Desde esta óptica surge el Central Park de Nueva York, pero también muchos los grandes parques de Buenos Aires.
Cuando a mediados y fines del siglo pasado, el medioambiente empezó a ser un tema de preocupación, se generan relaciones de espacio verde por habitante y por metro cuadrado, que varían según los parámetros considerados, pero también se observa la importancia de los “corredores verdes” para el ecosistema: lo crucial para la fauna silvestre no es el tamaño de las reservas ecológicas (por ejemplo) sino que éstas estén interconectadas por corredores que les permitan desplazarse de una a la otra, y іen la ciudad pasa lo mismo!
En forma paralela, la presión sobre el precio del suelo, hizo cada vez más dificultosa la reserva de terrenos para plazas o parques. Mientras que la presencia de grandes espacios verdes de calidad impacta por lo general en una suba de dichos precios, favoreciendo el desarrollo del entorno.
Como resultado de la conjunción de estos procesos, los “parques lineales” se han popularizado como una forma de generar espacios verdes utilizando terrenos vacantes o degradados que no tienen gran valor para el mercado inmobiliario. Han demostrado ser una excelente forma de recuperación y conservación de riberas y costas, un medio de construir sendas peatonales y para ciclistas ininterrumpidas de varios kilómetros incluso en ciudades densas. Su característica lineal los hace especialmente beneficiosos para el ecosistema, como conectores de otros espacios, y en términos sociales, dado que pueden atravesar diversos barrios y ser usados por personas que de otra manera no interactuarían entre sí. Emblemas de este tipo de espacios verdes son el Parque Manzanares, en España, uno de los más antiguos, y el High Line Park en Nueva York. En Buenos Aires hay uno proyectado sobre la traza del FFCC Sarmiento, que se está soterrando.
Sin embargo, la búsqueda de nuevos sitios adecuados para incorporar verde a las ciudades no se limita a los parques lineales. Existen experiencias de promoción de “terrazas verdes” (Vancouver y Nueva York, entre otros, y en forma muy incipiente Buenos Aires), “window gardens” (una propuesta también neoyorkina), vecinos y ciudades enteras apropiándose de las veredas como un lugar no sólo para incorporar verde sino producción de alimentos (movimiento originado en Gran Bretaña) y, desde hace unos años, se habla de un Lowline en Nueva York.
Cuando vi los renders originales en el 2011, si bien lo sabía viable, me generó cierta sensación de ciencia ficción. La idea es reconvertir una abandonada estación de tren subterránea 4.000m2 en un parque, mediante el uso de colectores solares que literalmente llevan la luz del sol al subsuelo. Hoy día ya no tiene nada de futurismo, la inauguración está planificada para el 2018. Los dejo con algunas imágenes:
Y para quienes saben inglés, aquí el video de presentación/campaña:
http://www.thelowline.org/