Hay momentos en que podemos hacer contacto con la necesidad de cambio. Hago énfasis en podemos ya que puede pasar mucho tiempo desde que una crisis comienza a gestarse, empieza a vivirse, padecerse, se transforma en huésped conflictivo de nuestras vidas, se instala, hasta que algunos afortunados optan por mirarla, se detienen y hacen contacto con ella a pesar del dolor que eso a veces pueda provocarles.
En ocasiones eso sucede por creer haber tocado fondo lo cual provoca sentimientos diversos, de dolor, desesperanza o hartazgo. Es cuando decidimos encontrarnos nosotros con nosotros mismos, cuando tomamos conciencia de que somos quienes tenemos la responsabilidad y posibilidad de pasar de una instancia que nos hace sufrir, que nos provoca malestar a otra diferente, mejor, cuando estamos preparados para accionar en función a dicha necesidad de cambio.
Uno de los impedimentos para que lo anterior suceda es creer que para cambiar hay que volver a empezar. Eso genera cansancio, desgaste, mirar atrás y ver un recorrido que tenemos que volver a transitar atrasa la decisión, nos tienta a acostumbrarnos a situaciones de malestar, incomodidad, desgano e infelicidad. Hasta llegamos a acuñar frases hechas como “La vida es dura” “La vida no es un lecho de rosas”. Aunque la vida puede parecernos demasiado dura por momentos, sería bueno saber que nosotros no somos espectadores pasivos de sufridas realidades innatas y que cuando las mismas se presentan como tales conviene dejar de hacer esfuerzos inútiles por tratar de cambiarlas e intentar cambiar nosotros dentro de esa realidad, tomar una postura diferente.
Tendríamos que tratar de ver la franja que hay en el medio que es lo que nosotros podemos cambiar y aunque no es nada fácil encontrarla, animarse a intentar empieza a cobrar sentido cuando adoptamos una postura más optimista, cuando nos podemos mirar y encontrar recursos y herramientas, cuando podemos encontrar en nosotros mismos alguna fortaleza y capacidad que a lo largo de nuestra vida fuimos adquiriendo. De esa manera el arrancar de nuevo se transforma en utilizar lo que valoramos de la construcción que hemos hecho de nosotros mismos y comenzar a hacer algo distinto.
Si bien puede parecer una cuestión semántica las palabras que utilizamos para decir las cosas, para construir frases se ubican en nuestra conciencia con una forma determinada que le da sentido a nuestro futuro obrar. El cambio ya no tiene que ver con destruir sino con construir de manera distinta, con continuar intentando encontrarle la vuelta a nuestra felicidad
Ojos que no quieren ver lo que el corazón siente
Cuántas veces pasa que, según nosotros de repente nos dejan, el amor de la persona dueña de nuestro más profundo sentimiento se esfuma, entonces pedimos explicaciones, no entendemos. Habría que prestarle atención al “de repente” y tomar conciencia de que todo lo profundamente socavado no se tapa con un puñado de tierra. No creo que el problema esté ni en la profundidad ni en lo consolidado, muchas veces ocurre que llegamos a construir el amor junto a otra persona pero lentamente y no de repente puede empezar a desaparecer.
Y vale expresar lo penoso que considero el hecho de que esto muchas veces puede ser evitable, el desamor es un proceso que como todo proceso ocurre por varios motivos, que como todo proceso se toma su tiempo, saber que esto está ocurriendo es un punto de partida para poder hacer algo al respecto, para intentar evitar un desenlace triste o aunque el mismo de todas maneras ocurra ayudaría a que no nos tome de sorpresa. Así como concibo la idea de que desaparezca me cuesta entender que ocurra súbitamente.
Portazo, charla con lágrimas involucradas de parte de ambos, toparse con un mail con palabras encantadoras pero dirigido a otro; cualquiera sea la manera, una vez más no importa el qué sino el cómo. La imagen es triste porque no es sólo el sentimiento de abandono sino también de sorpresa por haber sido abandonado. En estos casos creo que el mayor responsable de sentirse sorprendido es uno, no es quien lo hizo sino a quien se lo hicieron y el motivo es de hecho bastante simple
Es no haber querido mirar y elegir ver
Es no haber querido escuchar y elegir oír
Es no haber tenido ganas de ponerse a trabajar y haraganear con la idea de que “la casa está en orden” (a lo Alfonsín).
Tomo la figura de la casa para poder ejemplificar mi pensamiento, aunque esté construída sobre bases sólidas y con materiales de excelente calidad puede de todas maneras surgir algún deterioro a través del tiempo. Al mismo podemos arreglarlo, elegir no mirarlo o taparlo. Si lo arreglamos el deterioro desaparece, con cualquiera de las otras dos opciones sigue estando, en el mejor de los casos se mantiene pero en general contrario de que esto ocurra se agranda, empeora. En términos generales hay muestras de deterioro, el mismo es paulatino, para que haya una mancha de humedad primero tiene que llover, después la pared comienza a teñirse de un color distinto y un día es mancha.
A los que les cuesta el mea culpa dirán que el otro de repente enloqueció, les costará comprender cómo los han dejado si ellos no han hecho nada, le preguntarán y se preguntarán por qué no les avisaron que necesitaban tal o cual cosa pero la situación será siempre la misma, llena de interrogantes. Los mismos tienen respuesta cuando éstas se formulan. Ayuda prestar atención, sin estar en estado de alerta, solo atender lo que pasa en la vinculación con el otro, a los cambios en relación al trato, a la diferencia en las acciones del otro que en definitiva es lo que hace que algo exista, es lo que convierte la imaginación en realización . Con sólo tener ganas de notar que la otra persona ya no actúa igual, que cambió su modo de relacionarse, que su amor se está transformando en algo que ya no nos llega de la misma manera. A veces es más fácil optar y hacer de cuenta que no pasa nada, justificar cada pequeña muestra de desamor del otro con cansancio, exceso de trabajo, crisis económica o estres. Sin embargo cuando lo pensamos en términos cotidianos, a todos en más o menos grado nos afecta lo mencionado anteriormente pero cuando nos sentamos a comer y enfrente tenemos un buen plato de pizza, sushi o asado (cualquiera sea tu preferencia culinaria) apoyamos la espalda contra el respaldo lo miramos con un brillito en los ojos, lo comemos, saboreamos y disfrutamos PORQUE NOS GUSTA, en ese momento aunque dure media hora podemos hacer un paréntesis y dejar a los conflictos de lado. Los que tenemos hijos, a la noche, aunque estemos cansadísimos o nos hayan hecho enojar, si hace frío antes de dormirnos pasamos por su cuarto y nos aseguramos que estén bien tapaditos, PORQUE LOS AMAMOS.
Hay algún momento del día en que tu pareja te disfruta, que notas que le gustas, que sentís su amor? Puede que no, entonces elegí saberlo, así no te toma de sorpresa.
Conspirando en tu contra
Afligida pensaba en por qué mis hijos son tan dependientes, el hecho de que lo fueran hacían mi tarea de madre cansadora. Mientras reflexionaba sobre el tema sacaba el hollejo de la mandarina que iba a comer mi hijo mayor, a continuación puse hojas de repuesto en la carpeta de otro de ellos deseando que tuviesen otra personalidad. Eran las 6 am, faltaba poco para que tuviera que ir a trabajar, y fue justo en ese momento, mientras que leía el temario del trimestral de mi hijo menor para elaborar algunos ejercicios que lo ayudaran a estudiar cuando pude entender.
Este claro ejemplo puede servir para ilustrar situaciones que ocurren en diferentes ámbitos, algunas simples y cotidianas como la mencionada y otras mucho más complejas. El resultado es el mismo en cualquiera sea el caso, sentimientos de angustia, malestar, enojo, hartazgo. Lo interesante es intentar darse cuenta no sólo de lo que ocurre sino también de qué hago yo para que eso suceda. Cuando nosotros podemos hacer contacto con el papel protagónico que tenemos en cada escena de la obra llamada “Mi vida” vamos a poder comenzar a accionar en función a nuestras necesidades. Muchas veces resulta más fácil sentir autocompasión por lo que nos pasa cómo si alguien desde alguna torre de control digitara cada uno de nuestros días. Sin ánimo de subestimar que somos seres sociales y dependemos tanto de los otros como de nosotros mismos, es también responsable saber que mucho de lo que nos sucede ocurre porque nosotros de alguna manera hacemos y permitimos que eso suceda.
Ya sea de manera activa como cuando nuestro accionar provoca respuestas que lamentamos o también cuando de manera pasiva permitimos que los otros, que lo externo se imponga a nuestra voluntad de manera permanente provocando el mismo sentimiento desapacible, SIEMPRE y son muy pocas las veces que utilizo esta palabra categórica, exceptuando impedimentos relacionados a la salud, podemos hacer algo para revertir o modificar dicha situación que no nos gusta para nuestra vida. Creo que acostumbrarse al malestar y no hacer nada para cambiarlo define a la mediocridad.
Una vez más nos topamos con la dura tarea de tomar las riendas del caballo desbocado, nosotros somos los protagonistas del cambio. Puede pasar mucho tiempo donde nos lamentamos, la pasamos mal, sufrimos, nos hacemos amigos íntimos de nuestra desdicha hasta entender que la realidad es un ente estático y que somos nosotros los Geppetto, quienes podemos si queremos darle vida a nuestra vida. Seguramente tome el mismo tiempo encontrarle la vuelta al “cómo”, tarea difícil si las hay porque ahí estás vos con vos mismo, con tus recursos y tus limitaciones para hacer con lo que hay algo mejor. Sin embargo no deja de ser en algún punto interesante empezar a probar, buscar, usar toda tu creatividad para descubrir un lugar mejor donde quieras poner la carpa hasta que necesites, cuando nuevamente te encuentres sacando hollejos, ponerte una vez más en movimiento.
Una manera de vivir disfrazada de crisis
Crisis es una modificación o cambio brusco en el desarrollo de un suceso. Hay diversos tipos de crisis, las emocionales que son a las que me refiero tienen que ver con un conflicto que debe ser resuelto para el óptimo desarrollo psíquico de la persona. Si bien las crisis tienen mala prensa ya que rompen con la armonía del individuo son necesarias para nuestro crecimiento evolutivo.
Entiendo al ser humano como responsable y libre para diseñar el recorrido de su vida asumiendo las consecuencias de cada decisión que tome y aceptando los obstáculos que se le van presentando de la mejor manera posible. Lo entiendo dueño de un subjetivo entender la dificultad de vivir de esta manera, pero enfatizo que lo importante no es lo que a las personas nos ocurre sino qué hacemos con lo que nos ocurre, qué palabras plasmar en las páginas del libro de nuestra experiencia. Quizás nos ayude tomar consciencia de nuestra y sólo nuestra responsabilidad sobre la historia de nuestra vida cuando entendamos que somos los autores de la misma, escritores de cada párrafo que van sumándose con sentido, coherencia y emoción.
Entonces…qué tipo de libro estas escribiendo sobre ti mismo? Toda historia tiene un momento de crisis en su desarrollo, qué elegís escribir en esas páginas? Algunos sólo dejan espacios en blanco, esto ocurre cuando no tenemos la capacidad de accionar frente a ella. Es esperable que haya un momento de quietud, es en ese momento donde se le da lugar a la reflexión, al análisis, a los cuestionamientos. Es ahí donde deberíamos poder conectarnos con nuestros sentimientos y emociones, donde nos codeamos con el dolor y a veces el sufrimiento que podría provocar la crisis. Sufrimiento producto de la culpa y miedo, proyectos que quedan truncos a mitad de camino, personas que una vez elegimos pero hoy nos damos cuenta que ya no queremos a nuestro lado, pérdidas, miedo a tener que ver lo que estamos tratando de evitar ver, miedo a ver que en mi historia predomina las situaciones de evitación, de negación, a que a esos espacios vacíos les falte escribir el contenido ya existente, como dándonos cuenta que al escribirlo le estamos dando entidad y uno puede negar ideas pero no entidades.
Una vez transcurrido este momento sería positivo accionar, hacer lo necesario para que dicha crisis logre destrabarse, el punto de inflexión es lo que hagamos, es allí donde hay crecimiento, donde podemos avanzar y no quedarnos paralizados, estancados en una situación que sólo provoca continuo sufrimiento. Cuando los momentos de felicidad son la excepción, cuando le bajaste los brazos a la vida, cuando dejaste de escribir tu historia porque no logras encontrar palabras, cuando te acostumbraste a que a tu vida la protagoniza la infelicidad disfrazada de crisis es cuando deberías darle una cachetada a tu realidad y hacer algo al respecto.
Tu velocidad me excede, te dejo pasar
Manejando hace unos días por la autopista por el carril izquierdo, vi en el espejo retrovisor un auto que se acercaba muy rápido hasta quedar a muy corta distancia del mío. Obstaculizado y obligado a disminuir su marcha por estar yo enfrente comenzó a hacer luces para luego recurrir a una acción un tanto más molesta, tocar la bocina. Esta situación no duró más de un minuto, elegí para ella un final feliz poniendo el guiño, corriéndome hacia la derecha y dejando al hombre retomar su excedida velocidad desapareciendo frente mío de la misma manera que como había aparecido, rápido, súbito, frenético.
En otro momento de mi vida yo quizás no hubiese optado por lo mismo. Hubiese permanecido en el mismo carril tratando de enseñarle a ese energúmeno como conducirse por la vida, me hubiese empeñado en que respetara el tránsito, en que hiciese las cosas bien como yo las estaba haciendo. Lo hubiese obligado a permanecer detrás de mí con su auto casi oliendo mi paragolpes y al no poder avanzar a 160 km él sólo hubiese incrementado su enojo logrando finalmente pasarme por la derecha casi rozando mi auto y expulsando epítetos que por suerte no iba a poder oír pero sí darme cuenta que no iban a ser música para mis oídos ya que el movimiento de sus manos y expresión de su cara así lo determinaban.
Un tercer escenario hubiese sido permanecer en el mismo carril, acelerar más mi propia velocidad para tratar de permanecer en el mismo lugar, como evitando que alguien tuviera el tupé de obligarme a moverme de donde yo estaba. Finalmente hubiese tenido que correrme ya que no suelo exponerme a situaciones cuyo riesgo sea poner mi vida en juego. El resultado hubiese sido el mismo, el hombre alejándose rápidamente hasta desaparecer de mi vista. Sólo que en los últimos dos ejemplos yo hubiese vivido un momento desagradable, tenso, con un ingrediente de miedo por querer ir más allá de lo que podía sostener.
La vida muchas veces nos da la posibilidad de optar. Sin embargo suele suceder que las personas utilizamos demasiada energía tratando de imponer nuestra voluntad, en ocasiones pensando que tenemos razón, en otras por capricho. Evitamos hacer contacto con nuestros sentimientos y nos exponemos a situaciones que finalmente nos exceden. De ésta manera nos sometemos a enfrentamientos que no conducen a nada, nos estancarnos en relaciones amorosas, fraternas, amistosas que lejos de aportarnos algo positivo nos desgastan nos impiden estar bien, en paz. Consumimos por demás, trabajamos por demás, dejamos el acelerador del auto en manos imprudentes. Y esto a la larga se padece, en general los locos que van por la autopista excediendo el límite de velocidad una y otra vez terminan volcados en la banquina.
Al final de cuentas es una cuestión de estar atentos, de poder percibir a tiempo para optar por el buen camino y si en ocasiones es dejando pasar para seguir pudiendo avanzar, que así sea.
Construir hasta en lo simple y cotidiano
Es habitual escuchar a padres de hijos adolescentes despotricando por su comportamiento, desconcertados por sus reacciones y sobretodo desorientados respecto a qué hacer para revertir situaciones de compleja índole como malas compañías, interminables salidas nocturnas a las cuales se le suma la tan temida amenaza de la presencia de la droga y el alcohol.
Es habitual hablar con hijos de padres ya ancianos que no toleran su eterno malhumor, su incansable manera de encontrarle protagonismo al pesimismo de su largo y aburrido día, quejas por dolores corporales y enfermedades cada vez más reiteradas.
Tomo éstos dos típicos casos para ilustrar el tema que intento abordar y si bien ambas situaciones están atravesadas por conocidas crisis vitales como la adolescencia y la vejez, es importante saber que las personas no se convierten súbitamente en algo tan distinto a lo que siempre fueron, a que somos una construcción que comienza en la sala de partos y termina en el cementerio. Estamos acostumbrados a escuchar la palabra “límite”, límites sanos, límites necesarios, cómo y cuándo ponerlos. Yo voy a poner el acento en la palabra “construcción”, de cada simple momento de nuestra vida, de qué tipo de persona elijo ser cada día y de cómo elijo vincularme con el otro. La elección de cada uno de mis actos cotidianos me van convirtiendo en un determinado tipo de persona, cómo me comunico y me comporto con quienes me rodean a lo largo del día desde que me levanto y empiezo a interactuar con ellos me hacen ser alguien definido, ya que los vínculos se van construyendo paulatinamente. Volviendo al caso de padres de adolescentes sería bueno asumir un poco la responsabilidad de qué tipo de referente fuimos siendo en el recorrido de la vida de nuestros hijos para que hayan llegado a esa etapa con recursos suficientes para afrontar toda la complejidad de situaciones a las que están expuestos. Quise y pude construir una relación de seguridad y confianza? Pude manejar el equilibrio entre firmeza y delicadeza necesario para ellos? Cuando los padres vamos educando en función a lo que nuestros hijos van necesitando y no a nuestra conveniencia vamos en la mayoría de los casos formando un tipo de niño, que llega a la adolescencia para vivirla y no padecerla. Tampoco el anciano se convierte en un insoportable mal llevado a partir de que cumple 60 y si bien ésta etapa vital puede acentuar algunos defectos, hoy es el resultado de cómo fue viviendo su vida, construyendo sus vínculos, construyendo su propia personalidad. No en vano algunos terminan sus días felices en sus casas, en la de algún pariente o en alguna vivienda de ancianos aprovechando las actividades grupales que allí les proponen y otros renegados y solos en sus casas o en alguna vivienda de ancianos encerrados en sus dormitorios rechazando cualquier tipo de conexión con los otros que allí la habitan. Algunos se van de ésta vida y otros la abandonan.
En ocasiones las personas no valoramos la oportunidad de ser y crear vínculos sólidos en cada pequeño momento . Ayuda ver en el otro, a cada persona con quien nos vinculamos como alguien significante, alguien que puede ser afectado por nuestra actitud o que nos puede afectar y como ya saliste de la sala de partos porque estás leyendo esto, te invito a seguir construyendo para que cuando llegues al cementerio hayas dejado detrás tuyo una vida feliz.
Cuando la familia funciona en equipo el partido está ganado
Me gusta pensar a la familia funcionando como un equipo, a cada uno acuñando el rol que juega para desplegar y poner en práctica su mejor saber, su habilidad para salir a la cancha de cada día, enfrentar el adversario de las dificultades cotidianas y a la noche bajar la persiana levantando la copa del triunfo, ganaron un día más de unión, siguen estando juntos.
En el momento en que dos personas se unen para formar una familia hay ciertos conceptos básicos que deberían estar presentes y funcionar casi de manera automática, sin embargo esto no ocurre así de sencillamente, entonces conviene recordarlos cada tanto.
Un ejemplo es trabajar en el amor, pareciera que es un sentimiento básico en esta unión y lo desatendemos. Considero que se define en su construcción, es el más sólido y difícil de vencer justamente porque requiere de mucho trabajo, esfuerzo y tiempo formarlo. Tiempo que contiene hechos trascendentes, tiempo compartido, situaciones vividas, algunas alegres, felices, otras complicadas, tristes. Intimidad que desnuda lo bello y lo miserable de cada uno, intimidad que se comparte. Tropezar, caer e incluso arrastrar al otro y lastimarlo pero luego poder levantarse aunque a los tumbos y seguir juntos, querer darle una oportunidad más a esa unión, salir fortalecidos porque el tiempo se puede llenar de otras situaciones nuevas, agradables, divertidas, de armonía y acuerdos, de complicidad.Cuando los recuerdos se suman unos tras otros, cuando en ese abarajar y dar de nuevo tenemos algo de suerte, recibimos cartas buenas, esas que nos aseguran que vamos a ganar el partido, obtenemos uno de los premios más importantes de la vida, el amor.
También me referí a los roles que tiene cada miembro de la familia, éste es un tema complejo, en general nos resulta más simple ver las diferencias de los demás como motivo de separación y no como lo que realmente son, singularidades, las cuales abordadas como tal no deberían ser tan conflictivas como pueden llegar a serlo. Sería bueno lograr optimizar las capacidades de cada persona y aprovecharlo para sumar. A veces utilizamos más energía de la necesaria en discutir sobre las carencias de los miembros de nuestra familia y creo que esto tiene que ver con la incapacidad de conocerse y aceptarse, de la exigencia de pretender que todos hagan todo. En ocasiones ayuda poder esclarecer los roles de cada uno, hablar sobre esas distintas funciones que padres e hijos vamos tomando a lo largo de esa construcción familiar, revisar si son roles asignados, adjudicados, adquiridos de manera voluntaria o impuestos por los demás. Al darle un espacio y poder acordar sobre ésto de alguna manera no sólo se reparte la tarea sino que la misma no nos resulta ardua, no pesa ni se convierte en futuros enojos o motivos de reclamo. Pensar que no debemos ajustarnos rígidamente al rol, nos sirve para saber que cada uno tiene un valor agregado, lo que nos distingue positivamente del otro.
Me sirvió la comparación con el equipo porque me parece un claro ejemplo donde cada uno juega en el mejor lugar donde se desempeña, tratar de que un delantero sea arquero es llevar al equipo a la derrota y si entendemos que todos jugamos para lo mismo, para permanecer juntos porque es lo que nos hace feliz, quizás podamos dejar que cada uno despliegue su potencial, juegue el juego de la vida familiar como compañeros elegidos y de esa manera lograr dar la vuelta olímpica con la copa de oro en mano.